Locura identificativa
Una cosa que sabe poca gente de mí y aun menos recuerda, es que muchas veces que voy andando solo por la calle voy entre pensativo y atontado, ejecutando autismos, ejercitando memoria, imaginando historias de los viandantes y, en definitiva, fuera del mundo. Nada preocupante, pues estas cosas me acompañan desde hace veintinueve años, y aquí he llegado. Sin embargo, he de reconocer que últimamente las cosas están llegando a ejemplos preocupantes, y no sé si me estaré volviendo un poco tarumba.
Por ejemplo, el otro día, cuando voy a salir de la Uni, vi a una chica con el pelo largo, camisa blanca y pantalón malva; y mirando dos metros más allá, otra había con las mismas características. Y yo pensé, claro: “debe de haber un espejo en el medio”. Pero un momento después, cuando cada una empezó a moverse de modo diferente de la otra, mi pensamiento no fue “Ah son dos chicas distintas”, sino “Qué espejo tan extraño, antes no funcionaban así”, y en esa ensoñación estuve hasta que entró la racionalidad varios segundos después.
Más; salgo del concierto de Calamaro del que hablé ayer, y en el pasillo de Metro Goya (inolvidables las reproducciones de aguafuertes que lo adornan, por cierto) veo delante de mí a un tipo bastante alto y grandote, con el pelo corto, andando junto a un compinche. Cuando giró la cabeza en un típico gesto de asentimiento y pude entrever su piel morena y sus rasgos toscos, me dije: “anda, si soy yo que voy ahí delante”. Y otra vez tardé un buen reparar “coño, pero si ese es yo, quién soy yo?”. Y uno, que tiene la cabeza llena de Hombres Duplicados, Cómo ser John Malkovich y dobles de Borges, o descansó hasta ponerse a la altura del sujeto y confirmar lo, por otra parte, evidente: era otro.
Y el día siguiente estuvo a punto de ser el colmo, pero me salvó la campana. Volviendo a casa del cine con Rosa, vemos en una calle desierta a un chico andando en nuestra dirección. Cuando se acerca y nosotros vamos a girar, miro la cara y me parece alguien que había conocido el día anterior. Le llamé por su nombre, y en el escaso tiempo que tardó en girarse se me pasó por la cabeza “pero cómo es posible esto, es probabilísticamente imposible que en todo un Madrid me cruce otra vez con él, Dios mío qué me ocurre, veo visiones, ducha fría ya!”.
Pero, cosas de la vida, era él. Los loqueros tendrán que esperar.
3 comentarios
Saf -
¡Tóma un beso, compañeiro!
Saf- smuack ;-))
Skreemer -
Pdta: Aún recuerdo el día de los pimientos verdes en la basura.
Lola -
además, ese tipo de cosas son las que te hacen así de especial :D