Calamaro y yo
El sábado pasado estuve en el concierto de que dio Calamaro en el Palacio de los Deportes. Algunos que me conocen realmente bien saben lo que ha significado este artista para mí, sobre todo en algunos momentos oscuros de mi vida; de hecho, escuchando su discazo Honestidad Brutal me parecía en ocasiones que el pibe me estuviera leyendo el alma de arriba abajo. Por ello, era uno de los pocos escogidos en mi lista mental de “gente a la que tengo que ir a un concierto suyo antes de morirme para que mi vida esté realmente completa”; lista en la que por cierto, aún están Morrissey y Leonard Cohen como presencias más relevantes (este último será difícil ya, por cuestión de edad), y ya fueron tachados en su momento Springsteen, Sabina, Coldplay y los Planetas.
El concierto fue majestuoso. Andrés, mucho menos puesto que de costumbre –o eso parecía- fue desgranando un repertorio esencialmente tranquilo, fundamentado en su última y maravillosa etapa en solitario. Aunque su cálida voz dota de una cierta uniformidad a todas sus interpretaciones, al terminar uno repasaba y se daba cuenta de que había escuchado blues, tango (inolvidable el clásico Por una cabeza con los dedos superdotados del niño Josele a la española, bossa nova, y, por supuesto, rock. Manejando los tiempos como se supone en un artista de su veteranía, comenzó moviendo a su público con la fuerza de “El cantante” y la crecida de “El salmón”, para adentrarse luego en territorios más íntimos y recónditos. Inolvidable la sincopada y dylaniana “Clonazepán y circo”, la balada “Libertad”, dedicada a todos los presos de España y Argentina, o la ya inmortal Flaca, cuyo pegadizo ritmo de organillo, cantado por todo el pabellón puesto en pie, puso fin a la “sección oficial” del concierto. Comenzaron los bises con una sucísima versión de “Alta suciedad”, luego otra canción más, para concluir haciendo un guiño a sus fans más veteranos con dos clásicos de los Rodríguez, “Mi enfermedad” y “Sin documentos”, bien conocidas en España. Aunque la gente esperó en vano un ratito más, las voces de Gainsbourg y Jane Birkin por megafonía cantando Je t’aime (ma non plus) nos avisaban de que había llegado la hora de irse.
Por cierto, de la “otra canción” de los bises no he dicho el título porque quería comentarla un poquitín. Fue la fenomenal “Paloma”, y con el comienzo de sus acordes se me formó un nudo en la garganta que no me soltaría hasta el final, y que no me impidió cantarla como si me fuera la vida en ello. Comprendo que Andrés tenía que acabar con sus clásicos y se debe a su audiencia, pero a mí las dos últimas me sobraron. Hubiera preferido irme a casa aún rumiando infinita nostalgia concreta:
“No te preocupes paloma
no hay pájaros en el nido
dos ilusiones se irán a volar
pero otras dos han venido...”
3 comentarios
Cluje -
Y Fernandel, si a ti no te gustaba la canción!!!
Fernandel -
Lola -