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El musolari errante

Primer mus colmenarejano

Por fin conseguimos montar el asunto en casa de K., compañero de facultad que vive solo en un pisito potito donde los haya. Compañero A., oponentes el anfitrión y G. El mus se simultaneó con una interesante cena a base de pizzas, callos y, ya en segunda ronda, salchichas jumbo que no es fácil que pasen por la puerta. Más tarde llegaron los gin-tonics convenientes cuando la comida toca a su fin. En cuanto a la partida en sí, desgraciadamente la niebla del tiempo ha corrido un tupido velo sobre muchos de los detalles, pero no sobre el resultado: un escandaloso 5-1 a nuestro favor. A K. lo quemamos bastante con nuestras chanzas, tipo “a ver si aprendemos a jugar”, “cómo haces eso”, etc., y de hecho empezó con un cierto temor que le hizo pensárselo horrores antes de ver un órdago a chica con tres pitos de primeras. Luego mejoró bastante y estuvo un buen rato jugando solo. A jugó muy bien, aunque al final acabara algo afectado por la Tanqueray, y G casi siempre impasible, aunque hubo un rato que se dedicó al mus absurdo.

 

De la partida en sí, hay que destacar cómo entró K dos veces al órdago, una a grandes y otra a pares, teniendo A el barquito con los cuatro gorrinos. Las risas de mi compañero todavía retumban en mi cabeza. También me llamó la atención la insistencia, una vez estando dentro, de no meter los amarracos a menos que hubiéramos llegado al menos a 36, y que decía A. que hasta pares no se puede hablar sobre el juego (o algo así). También llamada “la jugada del cabrón” a lo que normalmente se llama “la jugada ladrona” o “duples cojos”, decía “no tengo descarte” para invitar al compañero (o sea, a mí) a cortar, y que muchas de las expresiones que yo usaba le recordaban a su padre, de origen extremeño. Lo curioso es que muchas de ellas yo las he aprendido fuera de Extremadura. En cualquier caso, una paliza escandalosa.

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