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El musolari errante

Gold

 

Esta mañana me ha ocurrido una pequeña anécdota –no llega quizá ni a eso- que habla un poco de una característica mía que se va agudizando con el paso de los años, según la muerte (aritméticamente) se acerca: la necesidad de aprovechar el tiempo.

Últimamente he descubierto que hay un autobús que viene directamente a la Uni desde Moncloa sin hacer ninguna parada intermedia. El ahorro de tiempo puede llegar a ser de unos veinte minutos, y considerando que la hora de salida es bastante buena (las 8:10 de la mañana), si me levanto a tiempo intento organizarme para llegar a esa hora.

Hoy ha sido uno de tales días. En realidad, me he levantado a las 6:48 –he mirado el reloj- pero entre afeitados, ducha, pitos y flautas he acabado llegando a metro Moncloa a las 7:55. Iba embebido leyendo “El largo adiós”, gran libro, cuando me he quedado parado enfrente de los tornos y me he dicho, en un pensamiento que formulado puede haber durado menos de medio segundo: “son las 8 y tengo diez minutos para llegar a un sitio que está a cuatro de distancia. ¿Qué hago en esos seis minutos que quedan? Es principio de mes, así que a comprar el Fotogramas”. Sobra decir que llegué clavado a coger mi bus, y esos minutos que iban a ser basura sirvieron para algo.

Me alegra que mi cabeza funcione así sin pedirlo, el tiempo es oro.

2 comentarios

Cluje -

Amén.

zuma -

Yo diria:
"El tiempo es oro y la maquina Sigma un tesoro"