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El musolari errante

Papichulo

Papichulo

Uno de los acontecimientos relevantes del año en la cara interna de mi vida ha sido la aparición de un papiloma en ese maravilloso lugar del pie en el que convergen el lateral y la planta. Para quien no lo sepa –lo cual era mi situación hasta el 26 de Diciembre- un papiloma es un puto virus, bastante contagioso, que produce una verruga que, con el tiempo, va creciendo hacia dentro. Cuanto más crece, lógicamente, más duele al andar. Bueno, a veces duele y a veces es simplemente una molestia. La cuestión es que yo pensaba que era un simple callo causado por unas sandalias guarripelas que me compré al principio del verano –una de las cuales ya está rota y se ha convertido en chancla-, pero la embarazadísma podóloga a la que visité en Badajoz me sacó de mi error. Además, me contó que era algo que requería un tratamiento prolongado, razón por la cual decidí posponerlo hasta después de las vacaciones. Tras algunas vacilaciones, decidí tratarme con un podólogo que vive muy cerca de mi casa, y más que su pinta de asistente habitual a juergas flamencas, su aire de putero experto y su acento navarro, m convenció para tratarme con él su seguridad y también, por qué no decirlo, la situación de su clínica.

 

Abreviando: el tratamiento consiste en que me inyecta en el papiloma, previa anestesia vía spray, unos productos cáusticos que irán reduciendo al cabrón, y después un líquido muy frío cuyo objetivo es similar. Tras esto, me venda el pie y hasta la semana que viene, y así durante aproximadamente un mes y medio o dos meses.

 

Así dicho parece fácil, pero el motivo que me ha llevado a contar aquí tan aburrida historia es que me es difícil concebir un dolor tan intenso y poderoso, tan desarmante y brutal, como el que uno siente cuando le entra la aguja y la sustancia demoniaca penetra en los tejidos. Una habla siempre de dolor en sentido figurado, la pérdida de alguien, el desamor, incluso algún unamunesco “me duele España!”. Sin embargo, cuando uno se ve ahí, frente a frente con las terminaciones libres de la piel en todo su apogeo, ese es el momento en el que uno se da cuenta de la palidez de todas esas comparaciones. No hay nada como eso, nada te aclara tanto, no hay momento en que el ser de uno esté más pendiente de una sola cosa. La cuestión es que el tema del dolor me inspiró tres reflexiones, que van a ser cortitas porque en quince minutos salgo zumbando de aquí, y que suelto ahora:

 

 

 

  1. En la hora anterior a la consulta, y mientras esperaba primero en la óptica y después a Rosa, estuve viendo el segundo capítulo de Dexter en mi iPod (seguramente ambas cosas tendrán post propio en un futuro). Como le dije a un amigo mío, después el médico hizo de Dexter conmigo. Quien no sepa quién es el amigo Morgan, que se lea el blog de Casciari, aunque para mí que se pasa de elogios.
  2. Dentro del panorama serieforme que me caracteriza últimamente, Rosa y yo estamos terriblemente viciados de los Soprano –hoy viajará conmigo el sexto capítulo de la tercera temporada, con lo cual ya casi habremos llegado al ecuador; también tendrán entrada-. En la serie, dicen una frase que se me quedó grabada, porque es algo en lo que yo he pensado con frecuencia: “en la vida hay que elegir entre el aburrimiento y el sufrimiento”. Pues bien, un tratamiento antipapilomero es lo menos aburrido que hay; es difícil vivir medio minuto con tanta intensidad.
  3. Enlazando con lo anterior, quien me conoce sabe cómo me gusta vivir la vida intensamente. Y aunque ahora mismo pagaría mucho dinero porque una bruja Lola de postín me eliminase mi problemita epidérmico con un suplicio indoloro a base de velas negras, cuando pienso en la locura casi indescifrable del Dolor, con mayúscula, puedo llegar a comprender que haya gente que disfrute con ello; no es para mí el masoquismo, pero al menos ya no es algo que me resulta intrínsecamente incomprensible. Y comprendo que haya gente adicta a esa intensidad, aunque la sensación, en el momento, sea horrible.

 

El próximo miércoles llevaré un palo para morder, en cualquier caso.

7 comentarios

cletus awrightus varesitus -

No sería, patichulo/a?

Que te mejores!!

Irene Adler -

Dios mío. Debes de estar pasándolo fatal. Yo odio el dolor. Por encima de todas las cosas.

Ánimo

blancohumano -

Dolor; prueba a pillarte el huevo derecho con el freno de una BH Florida.
No me preguntes como pero se lo que es el dolor!!!

Sara -

Yo tuve un papiloma también cuando era pequeña, pero para mi no fue ni tratamiento prolongado ni nada semejante.

Estábamos de vacaciones con mis tíos, primas y abuela, mi padre no sé por qué se había tenido que ir y nos había dejado a los 3 con mis tíos. Un día me dio por enseñarle a mi tío, que es médico, lo que me había salido en el pie. Cuando lo vio me dijo que me lo tenía que quitar. Así lo hizo. Con el escaso material que tenía, un bisturí, gasas y yodo, y con mi tia de enfermera (y de enfermera tenía bien poco) me lo quitó. No me acuerdo si berreé mucho, ni si me dolió extremadamente, doler debió de doler porque de anestesia nada, y si tuve que no pisar en un montón de tiempo y menos aún bañarme en la piscina. De lo que sí que me acuerdo es de mi tio "escarbando" porque si quedaba algo de la cabez (punto negro que hay justo en el centro) me volvería a salir. Esto fue hace muchos años y no ha aparecido nada en mi pie de nuevo, así que de lo debió quitar perfectamente.

Besines

Cluje -

Palimp, el problema es que aquí por lo visto lo gordo va por dentro. El problema de habérselo dejado.

Gerard, supongo que el spray dará la anestesia justa para que uno no pierda el sentido.

Saludos!

Gerard -

Jejeje, y para que coño sirve el spray? Yo creo que este post es solo para informar de que tienes un ipot que reproduce pelis.

Animos, que esto solo es una berruga pero en grande!!!

Palimp -

Yo tenía una cosa parecida y me lo trataron con algo menos indoloro; unos bastoncitos con nitrato de plata que 'quemaban' al bicho. La cuestión es que el tratamiento iba para largo y entre medio mi tía me dijo que me pusiera un emplaste de ajo. Mano de santo, en tres días desapareció el bicho -me quedó una dureza. Los bastoncitos de nitrato de plata los aprovechamos la muchachada para hacer tatuajes temporales; como queman la piel bastaba humedecerlos y 'pintar' en la piel. A los diez minutos la zona pintada se volvía de un color más oscuro y duraba unos tres días.