Improbable, pero posible...
Algunos de mis compis de facultad juegan a las cartas después de comer. Por supuesto, no al MUS, primero porque definir el mus como juego de cartas es como definir el Rolls-Royce como un vehículo de cuatro ruedas; y segundo, porque si hicieran eso, yo ni investigación, ni blog, ni nada, estaría todo el día viciado.
Pues eso, como decía estaban con la baraja, y se pusieron dos a jugar a un juego absurdo, que me puso en marcha la mente matemática, y que ahora comparto con vosotros, por si queréis pensar un poquito el fin de semana:
"Un impresentable está jugando a lo siguiente: tiene una baraja española de 40 cartas boca abajo. Levanta una carta y dice 1; si la carta que le ha salido es un 1, ha perdido, si no sigue, 2, y lo mismo. Pues así 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, Sota, Caballo y Rey. Gana si consigue levantar toda la baraja sin ninguna coincidencia (podéis jugar al juego vosotros mismos, es una gilipollez pero entretiene un rato). La pregunta es: ¿qué posibilidad tiene el jincho de ganar?".
Esto me lleva a otra pregunta, pero esta es mñas filosófica y casi retórica. ¿Cómo es posible que encantándome los problemas de Probabilidad y habiendo tenido unos profesores buenísimos he acabado odiando esa materia más que ninguna otra parte de las Matemáticas, hasta el punto de huir de una ciudad para evitarla? No tengo ni la más remota idea, qué extraña es la vida...
Pues eso, como decía estaban con la baraja, y se pusieron dos a jugar a un juego absurdo, que me puso en marcha la mente matemática, y que ahora comparto con vosotros, por si queréis pensar un poquito el fin de semana:
"Un impresentable está jugando a lo siguiente: tiene una baraja española de 40 cartas boca abajo. Levanta una carta y dice 1; si la carta que le ha salido es un 1, ha perdido, si no sigue, 2, y lo mismo. Pues así 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, Sota, Caballo y Rey. Gana si consigue levantar toda la baraja sin ninguna coincidencia (podéis jugar al juego vosotros mismos, es una gilipollez pero entretiene un rato). La pregunta es: ¿qué posibilidad tiene el jincho de ganar?".
Esto me lleva a otra pregunta, pero esta es mñas filosófica y casi retórica. ¿Cómo es posible que encantándome los problemas de Probabilidad y habiendo tenido unos profesores buenísimos he acabado odiando esa materia más que ninguna otra parte de las Matemáticas, hasta el punto de huir de una ciudad para evitarla? No tengo ni la más remota idea, qué extraña es la vida...
5 comentarios
Anónimo -
Ramón -
Rubén -
Lola -
Alberto -
as, dos, tres,
cuatro, cinco, seis,
siete, sota,
caballo
y gallo