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El musolari errante

Sencillamente canciones (I)

Comienzo con este una pequeña serie de posts sobre las canciones que llevo en mi lápiz, y que por tanto acabo escuchando casi seguro una vez al día. Pocas cosas pueden dar más pistas sobre mi estado de ánimo y sobre lo que me va interesando en cada momento, y además en general son canciones muy buenas, así que lo que escribo puede servirle a alguien. Allá vamos.

 

1. Pues es curioso, pero la que comienza la lista no sé ahora mismo como se llama. Es una cancion progressive, de esas que es imposible escucharlas quieto. Para no iniciados, el progressive es esa música discotequera que se caracteriza por descomunales subidas, habitualmente apoyadas en fuertes cajas y percusiones. La última vez que escuché esta canción sin ser en mi propio mp3 fue en un coche en Badajoz a toda pastilla  -pues como previo de juerga no tiene precio- y me la dio a conocer un excompañero de piso de Barcelona, que la utilizaba para fines parecidos. Advertencia, no es “la canción de los tambores”, que esa sí sé como se llama.

 

2. Angelina, de Dylan. Prototipo de la canción misterio, una de las más extrañas y sobrecogedoras canciones de amor jamás escritas. Se desconoce a quien se la dirigió el maestro, y de no haber sido rescatada en las Bootleg Series, permanecería en el olvido de las profundidades más abisales, las de las viejas tiendas de discos de segunda mano, y las de la Red de Redes, quizá peores. Imágenes inolvidables, como “He visto trozos de hombre marchando a tomar el cielo, veo al jinete desconocido, al caballo blanco”. Y en medio de este desierto, de este valle de los gigantes, mientras la sangre se seca en nuestro pelo, vemos a esa mujer cuyos ojos serían el orgullo de una serpiente, que fue robada con tres años y que ya ha tomado venganza. Por ella le pediremos piedad a Dios y dormiremos en lugares malditos. Oh Angelina..

 

3. Take this waltz, de Leonard Cohen. La conozco desde hace casi quince años, cuando entró en mi vida en una de esas míticas cintas puercas; incompleta, mi incultura de aquella época (sólo ligeramente mayor que la actual) me mantuvo en la inopia sobre su autor hasta que me lo reveló Carlos un día que pasó por mi casa; más tarde averigüé que la jicha que le da un sabor tan especial a la última estrofa es la dulcísima Jennifer Warnes. Me compré I’m your man, un disco supremo, sólo para tener esta joya entera en la época pre-internet. Qué decir cuando se juntan dos genios como Leonard y Lorca en este vals donde hay un violín que a ratos suena a slide, donde manda el piano –a veces los vientos- y los coros proporcionan una oscura profundidad. Es una historia o monólogo de ansiedad y deseo, con algunos toques surrealistas y otros de una belleza que parece sencillamente imposible. Lo bailé, momento de una vida, con Rosa, aunque no en Viena sino en Barcelona.

 

4. Fallen, de Franz Ferdinand. No puedo decir mucho de este corte en particular, porque hace poco que entró, pero sí que muy pocas veces he sentido la sensación de alteración y torrente que provoca este grupo, que por cierto conocí como teloneros de U2 en el concierto de Madrid. Que en esas pésimas condiciones (de día, técnicos montando, la gente a otra cosa) consiguieran la atención del personal ya merece un monumento. Pero es que a veces dan sensación de fuerza incontenible, con la voz que parece aleatoria hasta que de repente entra en la línea armónica del guitarreo ametrallador. Difícil resistirse, y no recomendable para nostálgicos, depresivos motu propio o, en general, gente tranquila.

 

5. Amie, de Damien Rice. Una canción que me llegó de Francia, y que en su extrema sensibilidad esconde tesoros de delicadeza, contrapuestos con referencias sutiles al sadismo (vía O). Al final, como dice el mismo Damien, no es nada extraño, a veces en la vida lo más duro y lo más suave no están en realidad tan lejos. De nuevo violines, más dialogantes que en la canción de Cohen, y esa guitarra que este sensacional músico hace sonar con una cualidad solitaria terriblemente personal e intransferible. Un verso que me identifica en momentos no tan buenos: “Just a little soldier in my road to nowhere”. No he podido traducirlo de modo que no pierda su cualidad de desamparo, lo siento.

 

6. Je te mentirai, versión de Patrick Bruel y Cabrel. Quizá el estándar que uno piensa cuando se pregunta por una balada francesa, y que a mí me trae recuerdos de Barcelona y de un disco, iniciático, que se llamaba “Una mica de França”. Pero en su dulzura que linda los peligrosos terrenos de la sensiblería, uno encuentra, a veces, una sensación de sincero desvalimiento que, dependiendo del ánimo, puede recorrer subida en un triste piano los áridos terrenos de la (auto)compasión, la indefensión y la resignación. Una melodía para escuchar en esos momentos en que haces por alguien algo que nunca harías por ti, y que sabes que puede incluso humillarte, ensuciarte, hundirte en el fango. Pero lo haces, o comprendes a quien lo haya hecho.

  

4 comentarios

hormiga -

Yo todavia tengo mi original cinta puerca de "Poetas en Nueva York". Está oxidada, se escucha mal, pero alguna vez la pongo disfruto del Take this waltz y del resto de pomas de Lorca.

Cluje -

Javi, L'amour toujours era la que venía inmediatamente antes en aquel CD. Y pp, son 512 K; la historia de Corrientes aparecerá un poco más tarde...

ppstevez -

Que capacidad tiene el MP3? ("Corrientes 348,...")

Javier -

mmm... "...cinta puerca..." de qué me sonará a mí esto??

puede ser l'amour tojours la canción sin nombre?

Buen puente jefe!