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El musolari errante

Por una vez en la vida

Por una vez en la vida Quería escribir un poco sobre la fugacidad y cómo combatirla. Llevo un mes entero yendo de congreso en congreso (lo cual es por cierto causa de pequeñas ausencias de mi blog) y en estos eventos uno cultiva relaciones con la gente que podemos calificar de especiales, o al menos, no muy habituales. Con unos pocos haces una auténtica amistad, que luego se expande fuera de estos eventos; como siempre, los buenos amigos son los más escasos, y esto ocurre rara vez. Luego está el gran bloque de esa gente que trabaja en algo parecido a lo tuyo, y a los que por tanto, siempre que no abandones o ellos no lo hagan –cosa cada vez más frecuente en Matemáticas, por desgracia- irás viendo periódicamente y a los que será agradable (o desagradable) reencontrar; además, siempre acaba uno charlando con ellos, se diría que se acaba teniendo una relación “por ósmosis”.

Pero además, existe un tercer tipo. Son aquellos a los que encuentras en una conferencia, y se da la curiosa, a veces terrible, circunstancia de que es muy probable que no los vuelvas a ver. Gente que no es de tu rama pero por algún motivo especial quería asistir, o al revés, es un congreso de otro tema que te interesaba ti; o bien alguien que viene de un sitio muy lejano y es improbable que regrese a la vieja Europa; o… La cuestión es que, con este tipo de personas (y con muchas otras en circunstancias parecidas, lo del congreso es sólo mi contexto particular), la duración del evento es el mundo, fuera no hay nada.

Hace unos días, un amigo intentaba convencerme de la inutilidad de mandarle un mail a una de estas personas después de terminada esta fugaz conexión; su argumento era, básicamente, que sería una pérdida de tiempo y un desperdicio intelectual. Sin embargo, el motivo que me ha llevado a escribir a este post es reivindicar justamente lo contrario: un minuto, una hora, un día con alguien con quien hayas compartido un café, un paseo o aunque haya sido sólo un rato de charla, son horas rescatadas del olvido, máxime si van asociadas a una cara que quizá nunca vuelvas a ver (quién asegura eso, de todos modos, la vida es una tototómbola). No es pues justo intentar prolongar esa “magia” aunque sólo sea por un instante fugaz y con unos renglones mal escritos? Por mucho que el sentimiento práctico de la vida diga lo contrario, yo creo que sí.

¿Qué pensáis vosotros?

12 comentarios

Cluje -

Lo que dices, Albereto, es un punto a mi favor; siempre hay que lanzar la botella con el mensaje dentro. Nunca sabes cuando te la devolverá el río de la vida.

Alberto -

Hará dos o tres años escribí un mail del que esperaba respuesta. No la recibí, lo cual me causó una cierta decepción y su consiguiente caída de autoestima. La semana pasada abro el correo y me encuentro con que hay mensajes en la bandeja de entrada, pero no aparece ninguno en la primera página (la de los más recientes). Me pongo a buscar en mensajes cada vez más antiguos (recordando de paso que pese al giga que ahora da yahoo hay que limpiar de vez en cuando) hasta que, con fecha de septiembre del 2003, encuentro la respuesta que no había recibido entonces. Si con este lapso seré capaz de restablecer la correspondencia es todavía un misterio, pero he creído que venía al pelo de tu pregunta: una variación interesante sobre lo de recibir respuesta o no...

Cluje -

Sí Alberto, así he actuado toda mi vida, unas veces mejor, otras peor... La duda aquí es académica: lo que te apetece es escribir, o escribir y que te contesten? Dicho de otro modo, si no te contestan, te apetecía escribir?

Alberto -

¿cuánto tiempo puedes perder en escribir ese mail? Y sobre todo ¿realmente lo pierdes, aunque no lo conteste? Tengo la teoría (personal aunque transferible) de que el tiempo que dedicamos a hacer lo que nos apetece nunca es tiempo perdido. Así que si te apetece escribirle ese mail aunque sospeches que no te va a contestar, adelante.

Cluje -

Sara. siempre hay congresos generalistas...

Afortundamante, Lola, :DDDD

Lola -

y pasó lo que pasan en tantas canciones, que esa noche duró lo que duran las cuatro estaciones...

Sara -

Yo no soy la más especialista en estas cosas. Creo que si las 2 personas quieren de vez en cuando se pueden escribir. Lo complicado es quien da el primer paso, y una vez dado... ya está todo. Siempre se pueden encontrar esas pequeñas escusas que da la sensación que son necesarias para enviar un correo a una persona que no es demasiado cercana. Yo lo hice el otro día mandando la referencia de unos libros (no de matemáticas), por poner un ejemplo.

A mi dudo mucho que me veas en congresos porque a pesar de trabajar los 2 en mates pertenecemos a áreas un poco distantes (aunque la palabra "cohomología" y cosas así se mencionaron bastante), pero sabes donde siempre me podrás encontrar...

Sara -

Yo no soy la más especialista en estas cosas. Creo que si las 2 personas quieren de vez en cuando se pueden escribir. Lo complicado es quien da el primer paso, y una vez dado... ya está todo. Siempre se pueden encontrar esas pequeñas escusas que da la sensación que son necesarias para enviar un correo a una persona que no es demasiado cercana. Yo lo hice el otro día mandando la referencia de unos libros (no de matemáticas), por poner un ejemplo.

A mi dudo mucho que me veas en congresos, pero sabes donde siempre me podrás encontrar...

Cluje -

Ya, Lola, pero a pesar de lo sorprendente que fue, tú y yo ya sabemos que en la Península no hay distancias, conocerse por Internete no lleva aparejada esa fugacidad, si ambos no quieren.

Qué hermoso, Focusa! Cómo dice Sabina, "amores eternos que duran lo que dura un corto invierno".

Y a mí también me jode, Fernan, pero es lo que hay.

Fernandoide -

Cago doble en tu puta protección antispam

Focusa -

Por ti brilló mi sol un día y cuando pienso en ti brilla de nuevo sin que lo empañe la melancolía de los fugaces amores eternos...

Lola -

quién sabe si la otra persona te responde y tú vuelves a responder y así sucesivamente hasta que se va a hacer la tesis a Barna que es donde estás tú y acabas yendo a la facultad en su coche cada mañana... C'est la vie...