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El musolari errante

Cositas de Internet

Preguntas sobre el desarrollo sostenible

Hace unos días leí un artículo que me llamó mucho la atención sobre ecologismo. No sé si estoy muy de acuerdo con él, pero hubo un párrafo que me sorprendió por su inteligencia. Os lo dejo aquí, y cuando pueda (ahora no tengo tiempo) lo comentaré.

"De otra parte, si hablamos de ese fetiche del movimiento ecologista que la Comisión Mundial del Medio Ambiente y del Desarrollo, patrocinada por la ONU, definió en el llamado informe Brundtland de 1987 como aquel «que satisface las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades»; si hablamos, en suma, de desarrollo sostenible, veremos que todavía hoy no se ha dado cumplida respuesta a muchas preguntas como las siguientes: ¿quién define nuestras necesidades y en virtud de qué criterio y autoridad? ¿Cuáles de estas necesidades hemos o no de satisfacer? ¿Cuáles de estas necesidades hemos de garantizar o no a las generaciones futuras? ¿Por cuántas generaciones futuras hemos de sacrificar nuestras necesidades? ¿Quién conoce las necesidades de las generaciones futuras por las que nos hemos de sacrificar? ¿Se nos puede obligar a sacrificar una parte de nuestras necesidades presentes y de nuestro bienestar actual? Con razón decía John Rawls que «la simple ubicación temporal, o la distancia del presente, no son razones para preferir un momento a otro»." 

El artículo completo está aquí, y la verdad, es de un talibán que da miedo. Pero este párrafo merece la pena destacarse, sin duda.

Una de almogávares

Una de almogávares Hace unos meses me regalaron una suscripción al Hoy, el diario regional más leído de Extremadura (aunque esencialmente hay dos) de la cual me aprovecho cada noche, y vivo con dos días de retraso, que es lo que tarda el periódico en llegar. Además, son tan majos que me traen hasta los suplementos. Y en el de esta semana pasada, que era completísimo y venían un montón de artículos interesantes -entrevista con Juan Marsé, entrevista con monseñor Blázquez, las relaciones entre Kennedy y la Mafia- me he encontrado con una de esas perlas que Pérez Reverte se saca de la manga cada vez más de vez en cuando. Trata de los almogávares, un tema que siempre me ha interesado por a) Las idea de libertad y fiereza que acompaña al concepto b) Que unos compatriotas conquistaran Grecia en el siglo XIII c) Lo bien que suena el nombre, y lo que se repite para los que vivimos en Barcelona d) Etcétera... Sin embargo, yo no sabía que la cosa había tenido tanta miga. Leed, leed...

De ese centenario se ha hablado poco, pues nadie puede hacerse fotos a su costa. Hace setecientos años justos, además de salvar el imperio bizantino del avance turco, los almogávares arrasaron Grecia. Fue un episodio sólo comparable a la conquista de América por bandas de aventureros sin nada que perder salvo el pellejo –que se cotizaba a la baja– y con todo por ganar si salían vivos. Pero en esta España donde los libros escolares no los determina la memoria, sino el pesebre donde trinca tanto sinvergüenza periférico y central, esas historias han sido eliminadas, o manipuladas en beneficio de los golfos que organizan el negocio en plazos de cuatro años: los que van de una urna a otra. El resto importa un carajo. De los almogávares, como de lo demás, no se acuerda casi nadie. Eran políticamente incorrectos.

Madrugando el siglo XIV, el emperador de Bizancio pidió ayuda para frenar el avance de los turcos, y la corona de Aragón envió sus temibles Compañías Catalanas. Lo hizo para quitárselas de encima. Estaban integradas por almogávares: mercenarios endurecidos en las guerras de la Reconquista y en el sur de Italia. Sus oficiales, de mayoría catalana, eran también aragoneses, navarros, valencianos y mallorquines. En cuanto a la tropa, el núcleo principal procedía de las montañas de Aragón y Cataluña; pero las relaciones mencionan apellidos de Granada, Navarra, Asturias y Galicia. Feroces y rápidos, armados con equipo ligero, combatían a pie en orden abierto, con extrema crueldad, y entraban en combate bajo la señera cuatribarrada de Aragón. Sus gritos de guerra eran Aragón, Aragón, y el terrible, legendario, Desperta, ferro.

La historia es larga, tremenda, difícil de resumir. Seis mil quinientos almogávares recién desembarcados en Grecia destrozaron a fuerzas turcas muy superiores, matando en la primera batalla a trece mil enemigos, sin dejar con vida –eran tiempos ajenos al talante, al buen rollito y al diálogo entre civilizaciones– a ningún varón mayor de diez años. En la segunda vuelta, de veinte mil turcos sólo escaparon mil quinientos. Y, tras escaramuzas menores, en una tercera escabechina los almogávares se cepillaron a dieciocho mil más. Eran letales como guadañas. Además, entre batalla y batalla –españoles a fin de cuentas– pasaban el rato apuñalándose entre sí por disputas internas, o despachando a terceros en plan chulito, como los tres mil genoveses a los que por un quítame allá esas pajas acuchillaron en Constantinopla, durante una especie de botellón que terminó como el rosario de la aurora.

A esas alturas, claro, el emperador Andrónico II se preguntaba, con los huevos por corbata, si había hecho bien contratando a semejantes bestias. Así que su hijo Miguel invitó a cenar a Roger de Flor, que era el jefe, y a los postres hizo que mercenarios alanos los degollaran a él y a un centenar largo de oficiales. Fue el 4 de abril de 1305. Después de aquello los griegos creyeron que la tropa almogávar, sin jefes, pediría cuartel. Pero eso era desconocer al personal. Cuando apareció el inmenso ejército bizantino para someterlos, aquellos matarifes oyeron misa y comulgaron. Luego gritaron: Desperta ferro, Aragón, Aragón, y se lanzaron contra el enemigo, pasándose por la piedra a veintiséis mil bizantinos en un abrir y cerrar de ojos. Lo cuenta Ramón Muntaner, que estuvo allí: no se alzaba mano para herir que no diera en carne.

No quedó sólo en eso. Enterados los almogávares de que nueve mil mercenarios alanos –los que aliñaron a Roger de Flor– volvían a su tierra licenciados y con familia, les salieron al paso, hicieron picadillo a ocho mil setecientos y se quedaron con sus mujeres. Después, durante una larga temporada y pese a estar rodeados de enemigos, se pasearon por Grecia saqueando y arrasando, por la patilla, cuanto se les puso por delante. Fue la famosa venganza catalana. Y cuando no quedó nada por robar o quemar, fundaron los ducados de Atenas y Neopatría: estados catalano-aragoneses leales al rey de Aragón, que aguantaron durante tres generaciones hasta que con el tiempo, el sedentarismo y el confort, se fueron amariconando –hijo caballero, nieto pordiosero– y quedaron engullidos, como el resto de Grecia, por la creciente marea turca que había de culminar con la caída de Constantinopla.

Y ésa, colorín colorado, es la historia de los almogávares. Admitan que es una buena historia. Vive Dios.

(Artículo procedente de cajondeprensa.blogspot.com/ , un magnífico blog de recopilación de artículos de prensa)

Citando el ánimo

Bueno, iba a poner un test muy chulo que hay en el blog La otra cara de Barbie, pero se me ha borrado el comentario, así que lo dejo para otra ocasión. En otro blog de la misma calidad (magnífica), el de Emma, leí un post muy interesante sobre el msn, en el cual decía -en un tono ciertamente satírico- que los topics retratan a los individuos. A mí me ha parecido muy cierto, así que os dejo aquí una selección de topics que me he puesto últimamente, para que veáis cómo he andado estos meses:

- Nada está terminado hasta que termina bien
- Me giro y veo los campos en llamas
- Running scared
- Puta vida!!!!
- ...brilla el sol en el fondo de mi alma
- Dance me to the end of love
- Getting better
- Ni miedo ni esperanza
- Envejecer, morir... es el único argumento de la obra
- No sé distinguir lo complicado de lo simple

Por cierto, el actual es de una novela de Agatha Christie. "Nunca olvido", ni lo malo ni, sobre todo, lo bueno.

¿Vuestros mejores topics pleaze? :D

Hora de clase!

Sitios para perderse.

Otra vez mis ocupaciones me mantienen lejos de la blogosfera más de lo que yo desearía, pero para una semana que en que la docencia deja asomar la cabeza a la investigación tengo que aprovecharla. Un aspecto de mi ausencia en el que no había reparado hasta hoy es en que disminuye el número de visitas a los blogs que más me gustan y a los que soy más o menos fiel. Voy a intentar remediar esto parcialmente haciendo un poco de propaganda, al menos de los que tengo puestos en los links.

Comenzamos con el Lolaberinto, que tras la catástrofe de Blogalia (cuando las barbas de tu vecino veas pelar, haz un backup) ha sido abandonado; yo aún no lo he quitado con la remota esperanza de que su dueña algún día decida revivir el lugar más popular de nueva hornada. Alguna vez hemos reparado en la capacidad de Lola para aglutinar gente a su alrededor, y el ciberspacio no podía ser una excepción. De todos modos, a través de ella sé de la existencia del mundo cantautoril donde gente como Tiza o Miguel Domingo tienen unos foros cojonudos y son gratis.

En “Death shall have no dominion” (Dylan Thomas dixit) Irene se prodiga poco pero le sale la pasión literaria por todas partes, y otro tanto podemos decir de la soledad de Quitratúe, guarida de tigres, reducto de vates. Si lo que queréis es ilustraros, ese aprender deleitando que no por manido deja de ser deseable, daos un paseo por el Museo que es la Divina Comedia –Vailima, Beatriz…-, o por la Academia de Platón donde Tio Petros no sólo nos sorprende haciendo accesible lo inhumano sino incluso intentando hermanar al personal en el amor a las Mates, o por el Cuchitril Literario en sus dos versiones, donde Palimp comentará con acierto en las próximas semanas los quince o veinte libros que le quedan por leer, o, en fin, por Potsdam, donde Carl Philip convierte la brisa en música.

De los demás, pues los posts del caracol cada vez son más brillantes, alcanzando está el 3er dan de bloguero ya, mi compañero de despacho; y el post sobre Oliver Rodés en Reductio ab absurdum es quizá mi favorito; y el Lobo Rayado os lleva a las estrellas… Ahora bien, si queréis terminar con una sonrisa y el corazón en la mano, nada mejor que un post breve del Cuaderno, suave como terciopelo y rotundo como un disparo. Y de posdata, si tanta tempestad lírica puede con vosotros, echadle una ojeada al gemelo libreto azul, donde Inma nos devuelve al mundo donde, al fin, me gusta vivir: el del relativismo.

Saludos a todos.

Vendrá la muerte

Vendrá la muerte Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
esta muerte que nos acompaña
de la mañana a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo. Tus ojos
serán una vana palabra,
un grito callado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sobre ti sola te inclinas
en el espejo. Oh esperanza querida,
ese día sabremos también nosotros
que eres la vida y eres la nada.

Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como dejar un vicio,
como ver en el espejo
resurgir un rostro muerto,
como escuchar unos labios cerrados.
Descenderemos al abismo mudos.

Cesare Pavese

¡¡¡Ya tengo web!!!

http://mat.uab.es/~ramonj

Pues eso, echadle un vistazo si queréis ver más o menos a qué me dedico, o dicho de otro modo, que el chalado que va escribiendo payasadas aquí también tiene cara y ojos. De todas maneras, como dice la frase de moda, antes muerto que sencillo...

No todos los americanos son iguales

Echadle un vistazo a www.sorryeverybody.com . Se trata de una web que contiene fotos de miles de americanos (miles!!!) pidiendo perdón al resto del mundo porque Bush ha salido elegido en las últimas elecciones. He visto la web y no he podido más que pensar en la pena que me da esta pobre gente, atrapados en un país que los manda directos a la ignominia más absoluta moral y ética, a la cerrazón fanática en el interior, al más absoluto desprecio e incluso odio en el exterior, y lo que es más importante, al punto de mira de los terroristas. Ellos y sus familias.

La verdad, se me hace un nudo en la garganta solo de pensarlo; de pensar que yo, en mi con el bagaje intelectual que tengo ahora mismo (que no es mucho ni poco, pero es el que conforma mi manera de ver las cosas) tuviera que soportar algo así en mi país. Es como si el PP hubiera sido elegido por mayoría absoluta después del 11-M.

Joder.

Por tres cochinos minutos

A continuación os pongo un artículo que publicó Pérez Reverte en el Semanal en Agosto. Es el segundo suyo que pongo en el bloguito, y ya soy consciente de que me repito más que los precios, pero me ha impresionado de verdad, me ha impactado. Palabra.

"A ver si consigo que me leas con atención, Fulano o como te llames. Porque hace poco me mataste a un amigo. Y digo amigo, porque lo era. De verdad. No le había visto la cara nunca, pero eso no importa. Lo era, repito. Leía mis libros, y también esta página cada semana. Tenía 28 años, era bien parecido, deportista, corría diez kilómetros cada día. Buena pinta, sano y fuerte. Además era un tipo noble, sencillo, derecho, con sentido del honor como los de antes, con palabra, apretón de manos franco, y todo eso. Con sentido del humor, además, lo que era un regalo, un don de la existencia para quienes estaban con él. Había aprendido a disfrutar de la vida con dignidad y con decencia. Hay gente que vive noventa tacos de almanaque y nunca llega a ser tan sabia y lúcida como lo era él. Amaba el mar, como yo. Tenía una familia, una novia, unos amigos. Tenía una perra que ahora lo busca con ojos leales y tristes, moviendo el rabo esperanzada cada vez que alguien roza la puerta. Tenía un futuro. Si tú se lo hubieras permitido, habría llegado a ser un tipo de esos que hacen el mundo soportable, en vez de una cloaca sucia y oscura, a merced de irresponsables como tú.

También tenía una moto, aunque no era uno de los que van haciendo el cimbel como suicidas prematuros. Aquella mañana circulaba despacio, cerca de la playa, con el casco puesto y guardando las precauciones adecuadas. Y ése fue el momento que elegiste, maldita sea tu estampa, para salir con el coche de la gasolinera a toda velocidad, saltándote tres carriles antes de girar en dirección prohibida, a fin de ahorrarte los cien metros hasta el siguiente cambio de sentido. Llevabas a tu mujer y a tu hijo en el coche, y aun así hiciste esa pirula. Te jugaste tu vida y la de ellos por ganar tres minutos, y arrancaste de cuajo la de otro. Le diste de lleno, clac. Moto y motorista a tomar por saco. Doce días en coma, luchando entre la vida y la muerte. Y luego, ya sabes. Como esos aparatitos de las películas: la línea recta en el monitor. Piiiii. Pero no era una película, sino la vida de un joven lleno de sueños y esperanzas. Por usar un lenguaje de cine y que lo entiendas, cretino: cuando matas a alguien le quitas todo lo que tiene y todo lo que podría llegar a tener.

Por supuesto, ahora estás en la calle, tan campante. Los miserables como tú no van a la cárcel. Ignoro exactamente qué te cayó, si es que fue algo además de tres meses sin permiso de conducir. Si la gentuza de tu calaña fuera al talego cada vez que despacha a alguien, las cárceles iban a parecer el camarote de los hermanos Marx. No hay más que veros pasar al volante, inconscientes, letales, a toda leche, creyéndoos inmortales. Seguros, como fue tu caso, de que si alguien palma, será otro. Así que imagino que a estas alturas ya estarás conduciendo de nuevo, como si nada. Los jueces son comprensivos en esto, por lo general; y en cierta forma toco madera, porque la vida da muchas vueltas y nunca se sabe. Ignoro si un día seré yo quien tenga que verse ante un juez. Pero tales son las contradicciones de la vida. Además, lo mío es sólo una hipótesis: no suelo ahorrarme esos cien metros hasta el cambio de sentido, ni me salto los carriles de tres en tres, ni circulo como un majara. Lo tuyo es una realidad: estoy hablando de ti y de tu caso. No tengo toda la información, pero sí la sospecha de que, en vez de prohibirte conducir durante el resto de tu vida, o mandarte un año a trabajar, por ejemplo, al hospital de tetrapléjicos de Toledo, ayudando a gente a la que otros como tú jodieron la vida, supongo que la Justicia, benévola, habrá permitido que te redimas con el pago de una multa. Es lo que suele. Y ahora ni remordimientos tienes, ¿verdad? Parece mentira la capacidad de supervivencia y egoísmo del ser humano. Cómo nos convencemos a nosotros mismos de que la mala suerte, el destino, etcétera, tuvieron la culpa. Al final siempre resultamos asquerosamente inocentes. De todo. Y quién te ha visto y quién te ve. Quién reconocería ahora en ti al lloroso mierdecilla que se justificaba ante los guardias, desolado, frente al cuerpo tirado en el suelo, aquel día de la gasolinera. Pasa el tiempo, y nos justificamos, y si los dolores propios terminan diluyéndose en el recuerdo, para qué decir de los dolores ajenos.

Por eso escribo hoy esta página. Para recordártelo. Para contar que me arrebataste a un amigo al que nunca llegué a conocer. Para decirte que ojalá revientes. Cabrón."

La vía europea al best-seller

Hoy se me ha hecho muy tarde en la facultad y no tengo tiempo para escribir, así que os mando un artículo de Pérez-Reverte que me gusta bastante, en particular lo que dice de "Herrumbrosas lanzas". Si me apetece lo comentaré más adelante.


UNA EXCEPCIÓN
La vía europea al best-séller

ARTURO PÉREZ-REVERTE LA VANGUARDIA 30 de octubre de 1998

Soy un novelista profesional, y teorizar sobre literatura se lo dejo a quienes tienen ganas y tiempo para ello, o a quienes viven exclusivamente de sentar cátedra sobre lo que escriben otros; del mismo modo que la faceta artística de la literatura -que sin duda existe- se la dejo a los artistas profesionales, expertos en angustias creativas y duchos en las fascinantes zozobras de lo sublime. Yo me dedico a contar las historias que me apetece contar, y a hacerlo del modo más eficaz posible; así que me importa un bledo si la novela en general o en particular está muerta, o no. En lo que a mí respecta, procuro que la mía siga viva, y eso me mantiene lo bastante ocupado como para no andar perdiendo el tiempo en dimes, diretes y chorradas.

Esta vez, sin embargo, debo hacer una excepción. Después del encuentro que tuve hace unos días en la feria del libro de Francfort con Ken Follet, algún amigo me ha pedido que defina un poco algunas de las ideas que allí apunté, ofreciéndome para ello, con toda gentileza, las páginas de La Vanguardia. Así que en eso estoy ahora, dándole a la tecla en la esperanza de que esto no parezca una justificación ni nada por el estilo. Que maldita la necesidad que tengo de justificar nada; pues todo autor consecuente con su propia obra se justifica muy a fondo, creo, en todas y cada una de las páginas que escribe.

Le decía yo en Francfort al señor Follet, más o menos, que toda novela es en principio respetable, desde Marcial Lafuente Estefanía a Dostoievsky, mientras haya un lector que encuentre en ellas diversión, reflexión, compañía, esperanza, sabiduría, consuelo o cualquiera de las innumerables posibilidades que ofrecen los libros. En ese contexto, el llamado best-séller, etiqueta con la que a menudo, en un exceso de simplificación, se clasifican globalmente los libros más vendidos, constituye en principio un género tan digno como cualquier otro. Hay que ser un perfecto bobo para exigir que doña Luisa, que apenas tuvo estudios, que se casó con un animal de bellota a los dieciocho años, que trabaja catorce horas diarias haciendo desayunos para marido e hijos, yendo a la compra, preparando la comida, fregando, haciendo la cena, termine su jornada dedicando un rato cada noche a leer el Ulises, de Joyce. Bendita sea para ella Corín Tellado, si eso la hace evadirse, y soñar, e imaginar otras vidas. Y tal vez, pues los libros son al fin y al cabo como las cerezas, que tiras de uno y terminan saliendo otros, eso la lleve un día a leer otras cosas. Y si no, pues qué diablos. Tampoco pasa nada.

Mejor que las teleseries
Quiero decir con eso que todo libro puede ser útil, y nadie tiene derecho a despreciar el trabajo de nadie, ni sus consecuencias. Y en ese contexto, el best-séller, entendido como novela popular en su más primario sentido, que es el de entretenimiento o aventura, resulta perfectamente legítimo y respetable si está bien hecho. Incluso el tan denostado best-séller anglosajón puro y duro, de usar y tirar, que apunta como mucho a una fugaz trayectoria cinematográfica, cumple una función de entretenimiento nada desdeñable, que por supuesto es siempre preferible a una estúpida serie de televisión a base de policías y señores de Arkansas, aunque a primera vista parezcan lo mismo. Pero es que, además, dentro de tan amplio género se han producido obras notables, como Shogun, de James Clavell, el Chacal, de Forsythe o, en otro registro, las novelas de John le Carré, incluyendo Los pilares de la tierra, del propio Follet. De cualquier modo, lo que el best-séller anglosajón posee son unas técnicas narrativas altamente eficaces, que arrancan tanto de la novela popular europea del XIX como del lenguaje cinematográfico. Unas técnicas muy interesantes cuyo estudio y aplicación, al menos como referencia, resultan de extraordinaria utilidad a la hora de abordar cualquier materia novelesca de un modo actual, para un público lector que posee -obviarlo es una estupidez suicida- una amplia enciclopedia audiovisual en continua recarga y evolución. Entendida la novela, por supuesto, como se entendió siempre y como algunos -sobre todo los lectores, que es lo que cuenta- seguimos entendiéndola todavía: el planteamiento de un problema narrativo basado en acción, pensamiento, o la combinación de ambos, y la resolución de ese problema mediante las herramientas más eficaces, trama, personajes, estilo y estructura, que el autor sea capaz de aplicar en su trabajo. Porque -y esa es otra- por mucho arte, talento, imaginación y demás dones estéticos o divinos de que disponga el novelista, sin trabajo riguroso y disciplinado n o hay nada que rascar. Y, pese a lo que afirmaba recientemente algún exquisito e imprescindible novelista de diseño, las novelas no se escriben picoteando de flor en flor, un poquito hoy y otro poco el mes que viene, a base de inspiración divina y de hacer vida de escritor en mesas redondas, talleres literarios, columnas periodísticas y barras de bares de moda. Se escriben echándoles muchas horas, y días, y meses de constante disciplina y trabajo.

Dicho todo lo cual, y respetando a todo el mundo, se impone puntualizar un par de cosas. Y precisamente ese par de cosas son las que me llevaron hasta Francfort para conversar con el señor Follet, pese a que tengo a gala no frecuentar ese tipo de eventos. La principal es que, dicho con todos los respetos, no hay que mezclar las churras con las merinas. Quiero decir que quien sitúe El ojo de la aguja y El nombre de la rosa, ambas indiscutibles best-séllers, o La tapadera y El perfume, o El exorcista y Peón de rey en un mismo paquete, es un perfecto simple y un cretino. Porque frente al clásico best-séller anglosajón, frente a un planteamiento novelesco que tiene por objeto exclusivo el mercado, y donde pocas ambiciones suelen plantearse más allá del aquí te pillo y aquí te mato, frente al huérfano ejercicio de la acción y el entretenimiento sin más pretensiones que lograr impactos rentables en las listas de más vendidos, frente al todo vale prepotente y descarado sin otro sostén que las cifras del enorme mercado en lengua inglesa, a menudo la novela europea con éxito de ventas posee en buena parte, y ganado por derecho propio, un amplísimo margen de independencia y de calidad perfectamente compatible con las ventas masivas, y que es al mismo tiempo fiel a sus propias raíces y a su memoria. Y que además goza del respaldo del número de lectores suficiente, pese a los agoreros y a los enterradores prematuros, para justificarla y sostenerla con plena salud.

No podía ser de otro modo, por otra parte. En el panorama de la novela actual, frente a conceptos culturales en materia novelística limitados en el tiempo y el espacio, que a veces rozan el ombliguismo insular, como en el caso británico, o huérfanos -y a veces manifiestamente bastardos-, como el norteamericano, cuya memoria colectiva directa tiene menos de trescientos años pese a la pervivencia en ella de tradiciones muy importantes, la novela vocacionalmente europea, entendida ésta como un amplio paisaje cultural que incluye Iberoamérica y no excluye absolutamente a nadie, cuenta con un denso y riquísimo pasado a sus espaldas. Una herencia de tres mil años de solera que nace en la Biblia y la cultura mediterránea oriental, pasa por Grecia y Roma, llega a España y al sur de Europa enriquecida por el islam, florece en la latinidad medieval y el renacimiento, viaja a América en naves españolas y retorna en forma de barroco para estallar en una inmensa fiesta de ideas y de posibilidades en los siglos XVIII y XIX. Es precisamente ese contexto, ese paisaje, el que hace posible una novela actual europea, respaldada por toda aquella historia y memoria, que puede plantar cara con pleno éxito a la invasión del huérfano bastardo, apunté antes- best-séller anglosajón a palo seco.

Las armas del enemigo
Otra cosa es que se haga o no se haga. Otra cosa es que muchos novelistas europeos, a menudo dispuestos a escribir para el qué dirán de ciertos críticos y mandarines que tienen secuestrada la cultura desde hace décadas, sigan siendo víctimas de sus propios complejos; y que en países como Alemania e Italia se resignen a abandonar la cabecera de las listas de ventas a las traducciones de best-séllers norteamericanos, como si escribir historias y que la gente las lea fuese algo de lo que un escritor deba avergonzarse. Otra cosa muy distinta sería que, en vez de pasarse la vida teorizando en debates televisivos y suplementos literarios y llorando sobre el presunto cadáver de la novela, los escritores europeos no se resignaran a pasar por el aro de la crítica "culturalmente correcta" y volvieran la vista hacia ese inmenso caudal narrativo, hacia esa larga tradición e inmensa memoria que es su orgullo y su fuerza. Y que aplicando, eso sí, técnicas narrativas eficaces, modernas, extraídas sin complejos del mismo cine o la misma literatura anglosajones, consolidaran un género de novela de amplias ventas y futuro, que goce del respaldo de sus lectores y tenga, al mismo tiempo, posibilidades de librar en el exterior la batalla de una literatura europea capaz de competir en el mercado internacional con la dignidad de su rica memoria. Usando, ¿por qué no?, las mismas armas del enemigo. Haciendo compatibles tradición, profundidad y entretenimiento.

La prueba de que ese puede ser el camino que sostenga y revitalice la narrativa europea es que -como resulta fácil apreciar si se sigue la evolución de tiradas en países como España en los últimos diez años, con cifras impensables hace veinte- los lectores responden de forma masiva, calurosa, cuando se les plantea ese tipo de oferta narrativa de calidad, referida a su propio ámbito cultural y a su memoria. La prueba, por hablar sólo de tres títulos recientes, es la acogida entusiasta en España, en decenas de miles de lectores, a la magnífica novela El hereje, de Miguel Delibes; a Peón de rey, de Jesús Fernández, o a la extraordinaria El lápiz del carpintero, de Manuel Rivas. Y no me refiero a novela histórica forzosamente, sino a novelas de muy diversa índole que incluso al tratar el presente se asientan en una tradición larga y hermosa: la de los miles de años que nos hicieron posibles y que José María Guelbenzu, en un artículo publicado hace pocos días, destacaba con especial lucidez. Novelas que -y esto es fundamental- en España alcanzan mayor cifra de ventas que las de Ken Follet. Novelas asentadas en una memoria, no lo olvidemos, que también resulta atractiva para el mundo anglosajón y norteamericano, donde Europa sigue fascinando e interesando -¿qué novela más europea que la extraordinaria V, de Thomas Pynchon?- y donde, además, la creciente penetración hispana del sur, que lleva consigo su propia memoria latina, crea grandes posibilidades a medio y largo plazo.

El sistema americano
El principal obstáculo en Estados Unidos sigue siendo que allí, donde un sistema comercial eficacísimo es capaz de poner en el mercado internacional de lengua inglesa, de forma masiva y en pocos días, cualquier libro con vocación de muy vendido o muy leído y donde pese a la usual ordinariez del mercado existen, sin embargo, notabilísimos vínculos de memoria histórica europea que incluyen amplias comunidades cultas italianas, judías, etcétera, las editoriales suelen carecer de lectores cualificados capaces de rastrear, leer y descubrir novelas en otras lenguas que la inglesa. Y eso, dificulta la penetración. Aunque las cosas están cambiando y la presencia de autores en lengua castellana, o española, que dicen allí, es cada vez más intensa.

En cuanto a la vieja Europa, yo creo que sólo en el aprovechamiento de la tradición está el futuro; pues eso permite a quien escribe hacerlo con el aplomo de saber de dónde viene y adónde va. Picasso es imposible sin Velázquez, sin Rembrandt, sin Brueghel. Nadie, salvo los soberbios, los cretinos o algunos "bobenzuelos" a quienes vuelven locos los elogios de críticos cantamañanas, puede creerse de veras capaz de escribir nada que merezca la pena o que perviva cuando se trabaja con una memoria literaria o cultural que empieza en Kundera o en la última película de Tarantino. Cervantes, Shakespeare, Tolstoi, Dostoievsky, Galdós, Valle, Stendhal, Quevedo, Virgilio, Homero, Dickens, Dumas, Stevenson, Melville y todos los otros, los de siempre, los viejos maestros que nos enseñaron a contar historias como siempre se contaron, siguen siendo necesarios antes de dar el primer teclazo; porque en ellos obtenemos el aplomo y el equipaje y en ellos afinamos las armas de la lengua, el estilo y la estructura. Y la novela europea todavía puede ser algo más que asaltar una gasolinera porque la vida no tiene sentido, o quedarse seiscientas páginas mirándose el ombligo... ¡Qué diablos! Quienes no tienen nada que contar, y encima pretenden que la gente pague por leer los avatares de un vacío personal que no interesa sino al autor mismo, harían mucho mejor en dejar libres las mesas de novedades y dedicarse a otra cosa. Y quienes sí desean hacerlo, quienes de veras tienen historias hermosas que escribir para que miles de desconocidos reflexionen, gocen, sientan, comprendan, vivan más vidas y las añadan a la propia, deberían abordar la tarea sin complejos y más pendientes de su trabajo que de lo que dirá tal o cual crítico al día siguiente. Para eso, naturalmente, es necesario desvincularse de los clanes de compadres, de los mercachifles y los parásitos que se autoadjudican el papel de árbitros y convierten las páginas de cultura de los diarios en feudos personales, y trabajar sin complejos con la certeza de que, en literatura, el lec tor es el único que, después del naufragio, cuando por fin el mar se cierra sobre los mástiles del "Pequod", reconoce a los suyos.

A base de recrearse en su propia agonía, de escribir y aplaudir novelas basadas en personajes incapaces de escribir una novela, cierto tipo de gente mató la novela en Francia y en Italia y han estado a punto de matarla también de verdad en España; no por agotamiento del género, como equivocadamente creen algunos, sino por el imperio del esnobismo y la gilipollez y la vacuidad elevada a teoría literaria, a obra maestra imprescindible y a pequeña miniatura imperecedera. No todos tenemos mala memoria, y además las hemerotecas están llenas de definiciones como esas, aplicadas por críticos que siguen pontificando impávidos en ciertos suplementos literarios -los mismos que antes afirmaban que Faulkner y Benet eran el canon- elogiando obras y autores "imprescindibles" que, a los dos meses, todo el mundo, y con justicia, olvida piadosamente. Y, al contrario, son ahora algunos de sus ahijados, compadres y pupilos quienes, poco a poco, cada vez con menos complejos -el autor que dice no importarle vender libros miente como un bellaco-, recurren a estructuras y lenguajes tradicionales, al género policiaco como sostén de la trama, a la historia como memoria y clave del presente, al paisaje cultural común iberoamericano, y miran alrededor para contar novelas como siempre se contaron. Novelas que pretenden abarcar una parte del mundo narrando una historia con planteamiento, nudo, desenlace y con los puntos y las comas en su sitio.

Por fortuna, no todos se "benetizaron" en España por una palmadita en la espalda y un elogio en las páginas de turno. Y hubo gente que se arriesgó, con suerte o sin ella.Y gracias a la resistencia individual opuesta por nombres como Mendoza, Marsé, Sampedro, Torrente y algún otro, la novela de toda la vida, la escrita como Dios manda, siguió viva aquí, mantuvo el cordón umbilical con sus lectores de siempre y pudo enlazar con una generación de novelistas más jóvenes que, con una oferta variadísima, constituyen hoy un sólido núcleo de una veintena de nombres que en su mayor parte son, o serán, perfectamente exportables y traducibles. Por ese camino, la vieja Europa, o al menos la parte que nos toca de ella, puede en mi opinión enarbolar, con absoluta tranquilidad, pabellón propio. Porque best-séller como definición de libros más vendidos, de acuerdo. Nada que objetar al término, porque en él caben Ken Follet, Mendoza, Sepúlveda, Eco, Martín Gaite, Le Carré, D'Ormesson, Prada, Grisham, Marías, Gala, Terenci, Vázquez Figueroa, Clancy, Sampedro, King, Rivas, Baricco, Marsé, Almudena y tantos otros. Libros de éxito, vale. Todos en las librerías, y bendita sea la época en que cada lector puede escoger lo que cuadra con su gusto y no verse obligado, como en otro tiempo lo estuvimos, a exiliarse en novelas extranjeras o en los clásicos, renunciando al presente o sintiéndose miserable porque se aburre con Herrumbosas lanzas.

Todos en las librerías y en las listas, digo, pero cada uno en su sitio. Por mucho que se empeñen los malintencionados y los imbéciles, ni Stephen King es lo mismo que Umberto Eco, ni Ken Follet lo mismo que Jean d'Ormesson, o que Antonio Gala. Y además, Carmen Martín Gaite vende aquí más que Tom Clancy. Así que, mucho ojo. Todos juntos, vale. Pero no revueltos. Y que el buen Saramago nos bendiga a todos.