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El musolari errante

Adiós a la imbatibilidad en la Flauta

 

A mi derecha M, unos sesenta años, sumiller y dicharachero, recién conocido, un tipo muy agradable. A mi izquierda J, posiblemente unos diez años más joven, más tranquilo y reposado, ya había jugado contra él. Globalmente una pareja contra la que da gusto jugar.

La primera vaca nos entraron cosas –sin exagerar, unas, pares y juego y cosas así- y a ellos menos, lo cual resultó en un 3-0 de manual. En la segunda la cosa seguía igual hasta llegar a un 2-0, hasta que J pronunció una frase que no se me va a olvidar, y que nunca había escuchado: “En la quinta o en la sexta casi siempre cambia la suerte.” Como si hubiera conjurado al Demonio, no volví a ver cartas en toda la tarde, una sequía comparable a la de la última partida en casa de K. En realidad, en la segunda vaca ya llevaba tiempo sin oler nada, pero mi compi había tirado para adelante a la pareja en los primeros dos chicos. A diferencia de la partida recién comentada, en que llovían los solomillos en manos de los contrarios, ayer no les entraron cartas tan buenas, pero J olió nuestra escasez y a partir de entonces fue rarísimo que se diera un mus. La táctica les funcionó y llevaron la partida al 2-2, y a 36-36 en el chico definitivo. Ahí se dio el lance que cuento un poco más abajo, y que en mi opinión suscita debate.

Ya empatados, el principio de la tercera vaca fue terrible y en pocos minutos nos ganaban 2-0. Sin embargo, con algo más de cartas conseguimos remar y llevar el chico de nuevo a los calzones. Pero esta vez, a diferencia del miércoles, la buena salió cruz y nos fuimos derrotados a casa. Recuerdo especialmente de la partida de hoy muchos finales de chico apretados que no pude jugar por falta de cartas, algo especialmente doloroso, pues es el momento del mus en el que más se disfruta si se tiene algo para poder pelear. Qué le vamos a hacer.

El punto de inflexión. 36-36. El de mi derecha es mano y da mus. Mi compa lo corta sin preguntar. Los contrarios se echan el órdago a grande y ella me pregunta: ¿qué llevas? Yo le digo que no gano nada, que ha cortado ella. Entonces ella me dice que lleva rey-caballo y que tiene que ver con eso. Creo que le pregunté si llevaba pares y me dijo que no. No sé si me pasó seña o me dijo que llevaba la una. Ahí yo le dije que se esperase y ella me dijo que no, que la partida no llegaba a juego y que se bajaba al órdago. Perdimos porque uno de los contrarios llevaba dos reyes.

Mi opinión personal en este caso que si has cortado con la una, por muy seca que esté, y ni tú ni tu compañero lleváis pares, hay que jugársela en el juego, nunca mejor dicho, siendo necesario por el camino sacar la grande o la chica. En el caso concreto que nos ocupa, jugar bien seguramente nos hubiera dado la partida, echando el órdago a chica. Con sus cartas, los contrarios se quedaban en 39. Cometimos dos errores: uno suyo por cortar sin preguntar, y otro mío por no decirle que ganaba la chica (no la ganaba, pero los contrarios no creo que hubieran visto órdago).  Caros los pagamos.

1 comentario

VicToR -

Con esa chica nunca hubieras ganado. Y el órdago tampoco.
;-)