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El musolari errante

Divagaciones

De rodillas y a la pared, me dicen desde los balcones que me deje de ilusiones....

 

Tomemos este punto de partida, esta canción de Luis Ramiro, “porque te vas” que me gusta tanto con ese ritmo juguetón que lleva cosas muy tristes dentro. La primera evocación surgida de ahí e independiente ha sido la de Paco Paredes. Paco era un tipo que conocí en Burguillos en los lejanos 80, al que he visto raramente en los últimos 15 años, y del cual no sé siquiera si ahora conocería su rostro. Era una persona agradable, lo cual ya era bastante en la pandilla que me movía, conocida como “los clásicos” y muy abundante en gilipollas de ciudad. Nunca habé demasiado con él, y cuando lo hice tampoco dijimos nada que quedara grabado. Sin embargo, sí recuerdo a la perfección que Paredes era un mote, de estos típicos de los pueblos, y su apellido real lo supe alguna vez, pero lo he olvidado.

 

Hilamos con rostro, escrito un poco más arriba. Se han lanzado dos flechas en mi cabeza. La primera ha sido hacia los Rostra, un par de columnas dispuestas para los oradores en el Foro Romano, si no recuerda mal justo enfrente de lo que queda del edificio del Senado (que es bastante, pero nada hermoso). El día que visitamos el Foro hacía un calor comparable al de hoy, por cierto, me he despertado casi desnudo y sudando, la primera vez que sucede este verano –aunque quizá tenga también que ver con el buffet demencialmente completo y bueno que degustamos anoche en el Casino de Torrelodones). Se me ha quedado del Foro, entre otras cosas, una imagen de mí mismo con las dos piernas a diferente altura con uno de los grandes arcos justo detrás, creo que el de Septimio Severo.

 

La segunda flecha es un verso del Blues del amo de Gamoneda, un lamento continuo y sombrío de un esclavo –se supone por el contexto que en la América del siglo XIX, o quizá esto sólo me lo figuro yo- por lo terrible de su vida y sobre todo por no poder ver el rostro de su amo. “Hace 25 años que trabajo para mi amo y todavía no he visto su rostro”. Supe por primera vez de este poema a través de uno de los discos que sacó Loquillo versionando a diferentes poetas; por supuesto la música asociada, gentileza creo de Gabriel Sopeña, era un blues. He tardado muchos años en descubrir realmente quién es Gamoneda y el puesto que ocupa en las Letras españolas; afortunadamente, fue unos meses antes del boom debido al Príncipe de Asturias, y algo después de darme cuenta de que Internet, que en el tema novelas se muestra incapaz (una impresión no te resuelve nada) es un vergel interminable para la poesía. Nunca olvidaré muchos versos de “Descripción de la mentira”, lo primero suyo que leí tras haberlo buscado, ese tipo de cosas que se te agarra a la piel como una enfermedad o una garrapata con ganas de festín. “Qué demonios has encontrado tú en la reserva del olvido…”

 

Retomamos ahora con “lamentos” que está al principio del párrafo. Siendo bastante niño –puedo estar hablando de diez o doce años, quizá menos- yo era devoto de los librillos SM. Eran estos unos cuadernillos tamaño folio, dedicados habitualmenta un tema específico, de 32 páginas si no recuerdo mal, y estructurados mediante pequeñas viñetas cuadradas, más o menos bien ordenadas, con un breve texto explicativo debajo de cada una. Normalmente venían en series de tres, y yo acabé teniendo bastantes de ellos –gracias, familia.

 

La cuestión es que una de mis series favoritas, si no la que más, y que después ha vuelto reiteradamente a mi memoria, era una cuyos volúmenes eran “Monstruos”, “Fantasmas” y “Ovnis”, títulos muy concisos que describían a la perfección su contenido. Gracias a ellos descubrí nombres y conceptos que todavía me resultan fascinantes, como los de Nasnas, Kraken, Grendel –el nombre de uno de mis primeros gatos- Beowulf, Roc, proyecto Libro Azul, etc. La verdad es que no eran libros muy recomendables para un chaval de esa edad, porque algunas de las historias de fantasmas que contaban, y especialmente una, se me ha quedado agarrada a las entrañas y aún en las noches de oscuridad sigue hauntándome (perdón por la burrada, no encuentro verbo apropiado en castellano) impidiéndome dormir hasta que con toda la fuerza de la voluntad, que no es mucha, tuerzo el cerebro hacia algún pensamiento mecánico. Si a alguien le interesa puedo contarla, por aquí o en petit comité, aunque no buscaré más información sobre ella para no alterarme más. Tendréis que fiaros de los recuerdos de un niño que se acojonaba como un perro.

 

La cuestión es que, en otro lugar del libro de fantasmas, había dos páginas (los temas siempre eran tratados dos páginas a dos) que daban las especificaciones que debía cumplir una casa para estar encantada. Recuerdo perfectamente que eran doce, aunque no creo que me acuerde de todas, y ni tengo el Google a mano ni creo que sea algo que pueda encontrarse en él. Es fuertemente pre-Internet, aunque nunca sabe uno, también pensaba que no podría encontrar los nueve movimientos malos y cómo evitarlos del ajedrez, que leí en un viejísimo libro de I.A. Horowitz y F. Reinfeld, y los encontré en varios sitios. Claro que esto es información más útil y en una referencia más “encontrable.” En fin, ahí van las características de la casa encantada:

 

1. Se oyen lamentos en un pasadizo secreto que va del salón al piso de arriba. (Este “lamentos” es el que ha provocado la divagación).

 

2. Una mancha de sangre en el suelo no se puede quitar (Este recuerdo que era el 9 o el 10 en la lista, pero bueno, yo aquí la doy salvo permutaciones del simétrico S_12, sabréis perdonarme).

 

3. El retrato de un antiguo caballero se hace realidad a la vez que desaparece en el cuadro (Las demás citas son literales, como la anterior, o casi, como la primera; esta es el significado, no me acuerdo exactamente de lo que se decía, sólo del dibujo y del concepto).

 

4. Aparece un esqueleto en el hueco de la pared (Esta sí es literal, me encantan los mecanismos de reconocimiento de la memoria, a veces actúan con una falta de medios enorme).

 

5. Se empiezan a mover las cortinas tras una ventana cerrada, como si les diera el viento.

 

6. En la biblioteca se sientes temblores y los libros caen al suelo con estrépito.

 

7. Se empieza a mover la lámpara-araña (De ésta no estoy completamente seguro de que fuera así, porque tengo algo difuso el recuerdo del dibujo de la lámpara. Aquí he tenido que reconstruir un poco).

 

8. Aparecen unas manos sobre el piano y comienza a sonar una marcha fúnebre (Ya andando el tiempo, acabé relacionando esto con el tema de Las manos de Orlac, sobre un tipo al que le amputan las manos y le injertan las de un asesino, que se dedican a cometer crímenes por su cuenta. O algo así).

 

9. Van apareciendo huellas de un pie que sube por una escalera.

 

10. Un fantasma atraviesa la pared (Ésta es la primera para la que he tenido que hacer un esfuerzo de concentración. Siendo la décima, no está mal).

 

11. El reloj da trece campanadas en vez de doce.

 

Pues el doce no sé si tendrá algo que ver con el frío o algún poltergeist, pero no me acuerdo de él. Bueno, voy a ver en diferido la primera parte del Brasil-México, que es donde cayeron los goles, y luego sigo. Me gusta esto!!!

 

2 comentarios

Lola -

Ramao, me he perdido en la tercera línea o así... pero te echo de menos igualmente... :P

Alberto -

Varias cosas:

_ ¿Por qué va a ser más real el apellido que aparece en el carnet que aquel por el que se le conocía? Yo le dejaría a los registros la capacidad de decidir lo que es oficial, pero no lo que es real.

_ Los rostra se llamaban así porque estaban adornados por los mascarones de proa (rostrum) de los barcos enemigos capturados.

_ Yo también me he encontrado algunas veces buscando un equivalente castellano de haunting. Me suena que en algún sitio a Javier Marías también le pasaba algo parecido.

_ Lo de la mancha de sangre en el suelo me ha traído a la memoria inmediatamente sl delicioso fantasma de Canterville.

_ Jeje, esas listas de doce que se quedan en once (o de siete que quedan en seis).