Blogia
El musolari errante

Caballeros de fortuna

Caballeros de fortuna

Hace tiempo leí una reflexión de Ortega y Gasset sobre la popularidad del Don Juan de Zorrilla con respecto a sus homónimos de Tirso, Zamora, Molière o Byron. Decía el ilustre filósofo que el motivo por el que, desde 1844, la gente seguía yendo año tras año a celebrar el día de Todos los Santos con el burlador, doña Inés, el Comendador, Ciutti y demás ralea era que esta versión del mito acababa bien. Que el pecador acababa arrepintiéndose, Doña Inés alcanzaba un status superior como redentora, y la soberbia e inhumanidad de Don Gonzalo era vencida. Triunfa el amor, en suma, y la gente se va sonriendo; muy diferente de las versiones clásicas, en que Don Juan se hunde en el infierno.

 

Se me ha venido esto a la cabeza cuando he terminado esta mañana la novela “Caballeros de fortuna” de Luis Landero. Como obra literaria, es una obra de enorme calidad, donde se plasma el impresionante mundo literario de mi paisano en un estilo muy cuidado, trufado de hallazgos, ameno hasta lo adictivo y dominador de todos los resortes de la emoción, de la trascendencia al humor y de la tristeza a la circunspección. Un libro muy recomendable de uno de nuestros mejores escritores, injustamente poco conocido.

 

Sin embargo, a pesar de haber disfrutado enormemente durante mientras recorría Madrid enganchado a estas páginas, es muy dudoso que vuelva a ellas alguna vez en mi vida, siquiera sea por echarle un vistazo. Y el motivo, precisamente, ha sido el final. A diferencia de muchos escritores, que manifiestan preferencia por los finales abiertos (de los que yo abomino, excepto en contadas ocasiones), Luis Landero decide finalizar la trama de estos cinco caballeros de fortuna con un desenlace claro y y bien definido, para el cual crea una estupenda expectación a lo largo de un buen número de páginas, y en el cual confluyen otros tantos destinos. No puede decirse que, de acuerdo con la lógica interna de la novela, el final sea pobre, inconsecuente, ni insulso; reúne en sí toda el aura tragicómica –en su sentido más literal- que exuda la obra, y y es perfectamente coherente con lo que sabemos de los personajes.

 

Mi problema con esta conclusión no es, pues, de índole literaria, sino emocional. Estos cinco caballeros están descritos con tanta precisión y humanidad, son tan de carne y hueso y el lector los hace tan suyos, que cuando nos acercamos al final de la historia uno tiene perfectamente sus preferencias. Como en la vida real, cuando de acuerdo con la información de la que disponemos, elegimos nuestras filias y fobias, amigos y enemigos, amores y odios. Y la historia acaba como yo no querría que acabase, hay quien merecía más y quien merecía menos, y al final la demiurgia del escritor ha sido tan injusta con mis elegidos que me ha quitado las ganas de volver a acercarme al libro.

 

Y si alguien replica: “pues hay finales como el de Cyrano, que bien triste que es y no te hartas de la película ni de la obra de teatro”, tengo una respuesta bien clara a eso. La muerte del caballero de Bergerac es dolorosa, desde luego, y uno muere un poquito cada vez que la cámara se aleja del cuerpo caído y de sus amigos a través de la enramada. Pero si uno lo piensa bien, es el único final posible que cuadra con el tono, a la vez heroico y patético, de la obra y el personaje. En el libro de Landero no es así; el desenlace es contingente, e igual podría ser este que otro que a mí –y supongo que a muchos más lectores- me resultara mucho más placentero. Y eso es lo que me rebela, qué le vamos a hacer.

 

Una última cosa a la que ya he aludido en el blog alguna vez. En la contraportada (la portada de mi edición es la foto que acompaña al post), aparece una breve sinopsis del argumento, donde se alude a cosas que no se cuentan hasta bien transcurrida más de la mitad de la novela. Para coger a quien lo ha hecho y matarlo.

    

9 comentarios

Cluje -

Ya te he dicho, Irene, que a mí me gustan los finales abiertos cuando la historia lo pide. Y la mayor parte de las veces me parece que lo pide más la incapacidad del escritor.

Irene Alder -

Pues a mí sí me gustan los finales abiertos...

Y, además, me cae mal Cyrano, ya te lo he dicho alguna vez ;)

cletus awrightus varesitus -

Cñomo... que Cyrano muere?????????? ;-)

Un saludo!

Anónimo -

Vale, me la apunto, ya veremos si se da la oportunidad. Qué grande la Saga/Fuga, probablemente una de las mejores novelas españolas de todos los tiempos.

Cluje -

Alberto, esa es una de las "contadas ocasiones". Hay tantos clímax en ese libro, que terminarlo con otro ya sería excesivo. Además, ese final, más que abierto, es abrupto.

Por otro lado, me da a mí que a ti te gustaría más esta novela que la de los Juegos, te pega más, no sé. Hay momentos que me recuerda a la Saga/Fuga.

Alberto -

Ah, otra cosa, dónde abominas de los finales abiertos podrías incluir un link al post de hace unos meses sobre Arthur Gordon Pym ;)

Alberto -

Pues mira que a mí "Juegos de la edad tardía" me dejó frío. Muy bien escrito, aceptablemente entretenido, pero no llegó a cogerme en ningún momento.

Cluje -

Una maravilla, superior a éste.

Miguel G. -

¿Y qué me dices de 'Juegos de la edad tardía'?