En la agonía serena
Ayer cuando venía de Sevilla en el autobús, tuve un momento curioso. Me habían adjudicado la primera fila, y allí iba disfrutando del paisaje hasta que se hizo de noche. Como la luna del autobús a veces parece tan grande, se me vino a la cabeza una ensoñación funesta: me vi a mí mismo volando por encima del asiento y atravesando el cristal. Se instaló la idea de la muerte en mi cabeza, pero de un modo tranquilo, no de la manera perturbadora que suele hacerlo. Y vi la carretera desierta como anagrama del último tránsito, con los faros haciendo el papel de esa luz que dicen lo que han vuelto que han visto al final.
Entonces, empezó a sonar en mi reproductor de mp3 la maravillosa música de Morricone para el duelo en “Por un puñado de dólares”, y situado como estaba yo en ese momento, me dio tal serenidad que deseé fervientemente escucharla cuando llegaran mis últimos segundos. No quiero encarar la Nada o el Algo desconocido de otra manera, que llevado por esas notas magistrales.
4 comentarios
Lola -
Lola -
Lola -
¿te veo esta noche? anda sí....
Javier -
Hasta pronto!