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El musolari errante

Aquitania

 

Estaba pensando qué meter para conmemorar el día de los Difuntos (la americanización festiva del asunto, Halloween, me toca bastante los buebos, aunque como buen hipócrita por poco voy a una celebración alusiva el viernes), y creo que nada mejor que este poema de Gerard de Nerval, poeta y suicida, que a su vez versionó mi admirado Gil de Biedma, siendo fiel al espíritu mas no a la letra. La traducción del primero, aquí.


EL DESDICHADO

Je suis le Ténébreux, - le Veuf, - l'Inconsolé,
Le Prince d'Aquitaine à la Tour abolie :
Ma seule Étoile est morte, - et mon luth constellé
Porte le Soleil noir de la Mélancolie.

Dans la nuit du Tombeau, Toi qui m'as consolé,
Rends-moi le Pausilippe et la mer d'Italie,
La fleur qui plaisait tant à mon coeur désolé,
Et la treille où le Pampre à la Rose s'allie.

Suis-je Amour ou Phoebus ?... Lusignan ou Biron ?
Mon front est rouge encor du baiser de la Reine ;
J'ai rêvé dans la Grotte où nage la Sirène...

Et j'ai deux fois vainqueur traversé l'Achéron :
Modulant tour à tour sur la lyre d'Orphée
Les soupirs de la Sainte et les cris de la Fée.

 

PRÍNCIPE DE AQUITANIA, EN SU TORRE ABOLIDA

 

Una clara conciencia de lo que ha perdido,
es lo que le consuela. Se levanta
cada mañana a fallecer, discurre por estancias
en donde sórdamente duele el tiempo
que se detuvo, la herida mal cerrada.
Dura en ningún lugar este otro mundo,
y vuelve por la noche en las paradas
del sueño fatigoso... Reino suyo
dorado, cuántas veces
por él pregunta en la mitad del día,
con el temor de olvidar algo!
Las horas, largo viaje desabrido.
La historia es un instante preferido,
un tesoro en imágenes, que él guarda
para su necesaria consulta con la muerte.
Y el final de la historia es esta pausa.

 

Historias del 631: Hoy no hay mucho que contar, porque a los diez minutos de viaje he sentido un pequeño mareo y he preferido dejar Bomarzo y dormirme. Me ha dado tiempo, no obstante, a escuchar a tres jinchas en la última fila berrear a grito pelado que Pachá es un robo –quince euros- y quejarse de que sus amigas siempre van a un bar cercano que es un antro. Al menos las invitan a copas gratis, pues el camarero le tira los trastos a saco a una amiga suya, que se llama Elena y pasa de él hasta el punto de decirle con frecuencia “tengo que dejarte, que me llama mi novio.” Ahora que lo pienso, quizá no fue tan raro que me encontrara mal.

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