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El musolari errante

Las fortalezas - Intro

Las fortalezas - Intro

El Señor abandona el castillo comandando a su séquito y a su pequeño ejército. En esta tierra hay muchas fortalezas, unas están habitadas, otras desiertas. Son como las que conocemos, con sus almenas, barbacanas, puentes levadizos, torres del homenaje y patios varios. Pero hay algo que las diferencia de las nuestras: lo más codiciable no son los tesoros que esconden, ni la tierra que dominan con su porte muchas veces abrumador.

 

Son esos dos cuartos, casi siempre ocultos, guardados, difíciles de acceder, por los cuales defensores y atacantes venden caro su pellejo. Sólo los señores tienen derecho a penetrarlos, sólo ellos reciben el poder que estas secretas estancias brindan. Son siempre dos, el Leknome (cuarto de la Victoria) y el Rostkei (la Glorificación).

 

El Leknome es más pequeño, pero casi siempre es el más difícil de conquistar; suele tener una guardia feroz y hallarse en el lugar más protegido de la fortaleza. Cuando el Señor entra, recibe una grandiosa descarga de poder; tan fuerte a veces, que los soldados enemigos le rinden pleitesía inmediatamente y le hacen su dueño; cuando el señor conquista el Leknome es cuando de verdad se le abre la posibilidad de lanzarse a por el Rostkei, la cima del poder. Hay rumores de guerreros y extraños pactos con divinidades que penetraron el Rostkei sin haber ni siquiera rozado los blancos azulejos del Leknome; pero son mitos, leyendas que no suelen tener final feliz.

 

Porque dicen que en esa tierra nada hay comparable a la entrada en un Rostkei. Uno se siente mil hombres dentro, dueño de la fortaleza (ya suele serlo) y casi dueño del mundo. Pues los ha vencido, a los Propios y a los Merzens, y el Poder del castillo es suyo. Sólo en su mano está decidir si quiere ser Señor o no.

 

Los Propios son los guardianes del castillo. Nadie sabe cuándo se construyeron, sencillamente la gente nacía y ya estaban allí. Y con ellos, los Propios, los que siempre habían vivido dentro y los habían defendido. Cuando tenía Señor y cuando no lo tenía. Pero con los Señores venían sus propios soldados, los Merzens, los que sirven siempre y dan la vida por ellos. La conquista de una fortaleza libre es siempre una lucha de Merzens contra Propios: en cambio, si hay un Señor que defiende, el invasor deberá hacer frente a un ejército mixto. Casi siempre los Merzens defenderán el Leknome, mientras que en caso necesario los Propios morirán para que el Señor no llegue al santuario, al Rostkei. Pero no ocurre siempre así, y de generación en generación han pasado leyendas de Propios que han caído en la muralla e incluso en campo abierto. Si son derrotados, serán leales a quien proteja la fortaleza.

 

Pero con una condición: los Propios jamás dejarán que su Señor lo sea también de otro castillo. Si llegan trovadores que lleven esa noticia y se posean credibilidad, esperarán  al Señor como al peor de sus enemigos; y casi imposible tendrá éste recobrar su dominio. Los Propios serán aliados, pero incómodos, y habitualmente imposibles de exterminar, pues conocen recovecos y cuevas, sótanos y habitaciones de las que los forasteros jamás oirán hablar. Pero no atacarán jamás al conquistador del Rostkei, a menos que salga éste del castillo.

Aquí se desarrollan estas historias que están a punto de comenzar...

7 comentarios

Cluje -

Está escrita desde ayer, pero algo pasa en Blogia que no me deja subirlo. En cuanto pueda estará.

Míriam -

Espero impaciente la segunda parte.

zuma -

Sabia que lo habias escrito tu, lo sabia.

Javier -

Segunda parte yaaaaaaa!!!!!!!!!!!

Sara -

Pues es precioso...

Cluje -

Cuando puse la foto no lo sabía, Sara, pero he mirado y es el castillo de Ponferrada.

El texto, por una vez, lo he escrito yo.

sara -

¿Dónde está ese castillo? Yo quiero ir a pederme allá...

Por cierto, es muy bonito el texto, ¿de qué libro?