Mi vida entre matrículas
Este comentario lo publiqué en la lista de correo de mis compañeros de la Autónoma. Como hay un debate soterrado (o no tan soterrado) entre catalanes y no catalanes, uno propuso como tema de debate el hecho de que las matrículas lleven distintivos autonómicos o no. Esta fue mi respuesta:
Bueno, aquí tengo que escribir algo porque el debate de las matrículas me toca MUY DE CERCA.
Como podéis suponer quienes habéis hablado conmigo de algo de esto, me importa un carajo que las matrículas lleven la E de España, la C de Cataluña, la P de Pirripipipipi o la T de Timeo danaos et dona ferentes. En ese sentido, y si pudiera elegir, pondría la foto de Zidane marcando el gol de la Novena (por estética y por emoción) u otra de mi admirada Celeste practicando sus dotes de experta felatriz (cosa que no necesita ningún tipo de justificación). Veo perfecto que cada uno pueda poner sus escudos de Cataluña, de Vietnam, de Sos del Rey Católico o de Burundi donde le venga en gana, no sólo en las "xapes", sino en cafeteras, ventiladores, pushing-balls o DVD's de los Ropper. La verdad, me da lo mismo.
Pero UN MOMENTO, ahora estamos hablando de las matrículas.Esto creo que no lo he comentado por aquí, pero estos numeritos han sido mis compañeros de viaje durante muchísimos kilómetros de andandini, soy un paseante solitario Y como mi cabeza no descansa, decidió que algo tenía que hacer con ellas. Asi que comencé por practicar el criterio de divisibilidad por once, lo cual me hacía sentirme afortunado cuando había una matrícula que efectivamente lo era, y de paso valoraba ese coche en particular como algo especial.
Más adelante, como si fuera sexo, la cabeza me pedía más, y comencé no sólo a examinar si los números eran divisibles por once, sino en caso de serlo, cuál era el resultado de la división; esto prolongaba sensiblemente el placer. Pero la cosa llegó a su culmen cuando aprendí a jugar al mus, y me convertí en un adicto a ese arte. Esto provocó que las matrículas dejaran de tener una finalidad puramente lúdica en mi vida para convertirse en una parte fundamental de mi entrenamiento musolari. Me explico: para los que no sepan jugar al mus, éste es un juego de origen vasco que se juega con baraja española de cuarenta cartas... Perdón, que me voy por las ramas. Quiero decir que cada jugador de mus tiene cuatro cartas, y con ellas juega, pudiendo comunicar su combinación al compañero mediante una seña (por ejemplo, tres reyes y un as es mandar un beso, dobles parejas es levantar las cejas). Ádemás, muchas combinaciones tienes nombre (tres reyes y un as se llama solomillo, tres reyes y un caballo el mazo, tres ases y un rey avión, y así muchas). Así, haciendo una traducción del valor de las cartas al lenguaje matriculil, con sota=8, caballo=9, rey=10 y las demás cartas su valor, cuando iba caminando por la calle iba rememorando nombres de combinaciones y practicando disimuladamente las señas. Disimuladamente, para que no llamaran a los loqueros, claro. Este entrenamiento colaboró, entre otras cosas, en mis dos títulos consecutivos en el campeonato de mus de los Bermejales y en muchos otros desafíos menores.
Sin embargo, hace un tiempo, empecé a mirar con horror que aparecían, en el nuevo formato, algunas matrículas de cinco o más números, sin la más mínima consideración.Y aún más, en algunas hasta letras extrañas. ¿Hay derecho a eso???? He conocido, lo juro por mis muertos, a opositores de notarías que yendo por la calle, para repasar el código civil (2000 artículos) iban cambiando mentalmente la primera cifra de la matrícula por un uno o un cero dependiendo de la paridad, y recitando de memoria el artículo correspondiente.¿Qué han hecho ellos, o yo, para que los ínclitos señores de la UE, o del Gobierno, o de dónde sea, nos jodan la vida?
Claro que hay debate. Y chungo. Gritad conmigo:
¡¡¡¡QUEREMOS MATRÍCULAS DE CUATRO CIFRAS!!!!
Bueno, aquí tengo que escribir algo porque el debate de las matrículas me toca MUY DE CERCA.
Como podéis suponer quienes habéis hablado conmigo de algo de esto, me importa un carajo que las matrículas lleven la E de España, la C de Cataluña, la P de Pirripipipipi o la T de Timeo danaos et dona ferentes. En ese sentido, y si pudiera elegir, pondría la foto de Zidane marcando el gol de la Novena (por estética y por emoción) u otra de mi admirada Celeste practicando sus dotes de experta felatriz (cosa que no necesita ningún tipo de justificación). Veo perfecto que cada uno pueda poner sus escudos de Cataluña, de Vietnam, de Sos del Rey Católico o de Burundi donde le venga en gana, no sólo en las "xapes", sino en cafeteras, ventiladores, pushing-balls o DVD's de los Ropper. La verdad, me da lo mismo.
Pero UN MOMENTO, ahora estamos hablando de las matrículas.Esto creo que no lo he comentado por aquí, pero estos numeritos han sido mis compañeros de viaje durante muchísimos kilómetros de andandini, soy un paseante solitario Y como mi cabeza no descansa, decidió que algo tenía que hacer con ellas. Asi que comencé por practicar el criterio de divisibilidad por once, lo cual me hacía sentirme afortunado cuando había una matrícula que efectivamente lo era, y de paso valoraba ese coche en particular como algo especial.
Más adelante, como si fuera sexo, la cabeza me pedía más, y comencé no sólo a examinar si los números eran divisibles por once, sino en caso de serlo, cuál era el resultado de la división; esto prolongaba sensiblemente el placer. Pero la cosa llegó a su culmen cuando aprendí a jugar al mus, y me convertí en un adicto a ese arte. Esto provocó que las matrículas dejaran de tener una finalidad puramente lúdica en mi vida para convertirse en una parte fundamental de mi entrenamiento musolari. Me explico: para los que no sepan jugar al mus, éste es un juego de origen vasco que se juega con baraja española de cuarenta cartas... Perdón, que me voy por las ramas. Quiero decir que cada jugador de mus tiene cuatro cartas, y con ellas juega, pudiendo comunicar su combinación al compañero mediante una seña (por ejemplo, tres reyes y un as es mandar un beso, dobles parejas es levantar las cejas). Ádemás, muchas combinaciones tienes nombre (tres reyes y un as se llama solomillo, tres reyes y un caballo el mazo, tres ases y un rey avión, y así muchas). Así, haciendo una traducción del valor de las cartas al lenguaje matriculil, con sota=8, caballo=9, rey=10 y las demás cartas su valor, cuando iba caminando por la calle iba rememorando nombres de combinaciones y practicando disimuladamente las señas. Disimuladamente, para que no llamaran a los loqueros, claro. Este entrenamiento colaboró, entre otras cosas, en mis dos títulos consecutivos en el campeonato de mus de los Bermejales y en muchos otros desafíos menores.
Sin embargo, hace un tiempo, empecé a mirar con horror que aparecían, en el nuevo formato, algunas matrículas de cinco o más números, sin la más mínima consideración.Y aún más, en algunas hasta letras extrañas. ¿Hay derecho a eso???? He conocido, lo juro por mis muertos, a opositores de notarías que yendo por la calle, para repasar el código civil (2000 artículos) iban cambiando mentalmente la primera cifra de la matrícula por un uno o un cero dependiendo de la paridad, y recitando de memoria el artículo correspondiente.¿Qué han hecho ellos, o yo, para que los ínclitos señores de la UE, o del Gobierno, o de dónde sea, nos jodan la vida?
Claro que hay debate. Y chungo. Gritad conmigo:
¡¡¡¡QUEREMOS MATRÍCULAS DE CUATRO CIFRAS!!!!
5 comentarios
Sara -
El problema en Cataluña de llevar cat en lugar de E, me parece tan estúpido como el que acabo de citar.
Fernando -
En otro orden de cosas los juegos del jincho con las matrículas son geniales, filigranas, yo sólo miro a ver si suman veinte. Por cierto, museando la mía de ahora no está mal, dos cerdos, 7 y 5. ¡¡¡Órdago a chicas!!! Uy no.
Luis -
En fin, me gustaría que me respondieseis si sois tan amables.
Pdta: El otro día estuve sacando brillo a los dos copas de los campeonatos de mus de los Bermejales
Alberto -
Por cierto, con rey, caballo y dos pitos, sólo me queda farolear.
Lola -