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El musolari errante

Literatura

El decálogo del agente de homicidios, según David Simon

Las diez reglas que regulan los casos de homicidio:

  1. Todo el mundo miente. Los asesinos lo hacen porque tienen que hacerlo; los testigos porque piensan que tienen que hacerlo: y los demás, por el puro placer de mentir, y también para cumplir el principio general de no dar buena información a un policía bajo ninguna circunstancia.
  2. La victima muere una vez, pero a la escena del crimen pueden asesinarla mil veces.
  3. Las primeras diez o doce horas que siguen a un asesinato determinan en gran parte el éxito de la investigación.
  4. Un hombre inocente abandonado en una sala de interrogatorios permanecería despierto, frotándose los ojos, mirando nervioso el cubículo y rascándose sin parar en los lugares más insospechados. Un culpable duerme como un tronco.
  5. Es bueno ser bueno; pero tener suerte es mejor.
  6. Después de un asalto, si identificamos rápidamente al sospechoso, la víctima vivirá. Pero si no hay sospechoso sin identificar, la víctima morirá sin duda alguna.
  7. Primero son rojas, luego verdes y finalmente negras (las letras en las que están descritos los casos: primero pendiente, segundo en busca y captura, tercero resuelto).
  8. Cuando no haya sospechosos, la oficina forense no encontrará ningún tipo de evidencia. Si en cambio hay un caso claro con sospechoso y dos testigos oculares, el laboratorio te dará huellas dactilares, restos de fibras del asesino, muestras de su ADN, balas que encajan con su revólver y todo lo que haga falta.
  9. Para un jurado, cualquier duda es razonable; cuanto mejor es el caso presentado, peor es el jurado que lo juzga; y si un buen hombre es difícil de encontrar, reunir doce en el mismo lugar a la misma hora es un milagro.
  10. Existe eso que se llama crimen perfecto. Siempre ha existido, y tratar de demostrar lo contrario sólo prueba la ingenuidad del que lo intenta. Probablemente, un desgraciado que ignora desde la Regla 1 hasta la Regla 9.

Unknown angel

¡Nostalgia de los arcángeles!
Yo era...
Miradme.
Vestido como en el mundo,
ya no se me ven las alas.
Nadie sabe como fui.
No me conocen.
Por las calles, ¿quién se acuerda?
Zapatos son mis sandalias.
Mi túnica, pantalones
y chaqueta inglesa.
Dime quién soy.
Y, sin embargo, yo era...
Miradme.


And I'll leave...

Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
       
Todas la tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,        
las campanas del campanario.

Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará, nostálgico…
       
Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido…
Y se quedarán los pájaros cantando.

Juan Ramón Jiménez

Bípedo implume

Os dejo un texto que me ha dejado impresionado del sensacional libro "Una breve historia de casi todo", que acabo de terminar y que debería ser de lectura obligatoria.

El bipedismo es una estrategia exigente y arriesgada. Significa modificar la pelvis, convirtiéndola en un instrumento capaz de soportar toda la carga. Para preservar la fuerza necesaria, el canal de nacimiento de la hembra ha de ser relativamente estrecho. Eso tiene dos consecuencias inmediatas, muy importantes, y una a largo plazo. Significa en primer lugar mucho dolor para cualquier madre que dé a luz y un peligro mucho mayor de muerte, tanto para la madre como para el niño. Además para que la cabeza del bebé pueda pasar por un espacio tan pequeño tiene que nacer cuando el cerebro es aún pequeño, y por tanto, mientras el bebé es aún un ser desvalido. Eso significa que hay que cuidarlo durante mucho tiempo, lo que exige a su vez un sólido vínculo varón-hembra.

Banville sobre Praga

"Las ciudades ejercen una fascinación fuerte y extraña, pero ninguna más extraña ni más fuerte que el influjo de Praga en el corazón del viajero que siente añoranza, no de su lugar de origen sino de la ciudad a orillas del Moldava que ha dejado atrás. Al regresar siente que nunca se ha alejado, pero aun así se encuentra culpable de desmemoria, abandono, e infidelidad."

De vuelta...


Y luego levantémonos más tarde,
como domingo. Que la mañana plena
se nos vaya en hacer otra vez el amor,
pero mejor: de otra manera
que la noche no puede imaginarse,
mientras el cuarto se nos puebla
de sol y vecindad tranquila, igual que el tiempo,
y de historia serena.

 

Diciendo lo contrario

He visto esta mañana una frase en un periódico que me ha llamado la atención: “Micheletti dice que dimitirá si Zelaya no vuelve a Honduras”, o algo así. Aunque me estoy informando a diario de la situación en Centroamérica, que me parece tan paradójica como peligrosa, esta entrada va más por el lado lingüístico. En efecto, lo que me llama la atención es que la frase, siendo completamente correcta, puede dar la impresión –y de hecho, a mí me la dio en un primer momento- de que quiere decir exactamente lo contrario de lo que dice. Porque normalmente, cuando alguien dice que va a dimitir (y se usa casi siempre como la expresión cuasi-análoga “amenaza con dimitir”) es una medida de presión para que no ocurra lo otro que se cita en la proposición. En este caso, una interpretación razonable a primera vista de la frase sería “Como no vuelva Zelaya, dimito”. Lo divertido es que en este caso, lo positivo –casi percibido como tal por el propio Micheletti- es la dimisión, y lo que provoca la dimisión es exactamente la no-realización de la acción que condiciona. Pero está claro que, si no estás bien informado del asunto, la frase mueve a confusión. ¿Algún lingüista en la sala que nombre esta figura?

PD: Cirugía LASEK me impedirá conectarme a Internet en los próximos días. Espero al menos saludar pasados ellos para dar algunos detalles escabrosos de la operación. Abrazos

Sorrivindicación

Sorrivindicación

 

Nunca le he pedido excusas a un libro, pero para todo hay una primera vez en la vida, y nobleza obliga a hacerlo ahora. El destinatario es “Reivindicación del conde don Julián”, que tuve en mis manos una fría mañana de la primavera de 2003 en la biblioteca del Colegio de España de París,y que me dio tal susto –esa extraña puntuación, esos párrafos sincopados, el aroma surrealista de la página al azar- que no pude menos que abstenerme y devolver con ligereza al estante donde dormía el sueño de los (muy) justos. Hace unos días volví a atreverme, ahora con más fe, madurez (?) y años encima, y conseguí obedecer el impulso y sacarlo conmigo. Desde ese día, Goytisolo ha cruzado en mi cabeza la tibia raya que separa los territorios oscuros de la rareza de los deslumbradores del genio. Hoy he devuelto el libro, y cuando se lo he pasado al bibliotecario me he sentido como si me cortase un brazo y lo dejase allí encima. No tardaré mucho en comprármelo pero hasta entonces, perdón, Julián.

 

Crítica más resumen.

 

Historias del 631. Media hora de retraso por hielo, fenómeno absolutamente inusual. Apenas vislumbraba el exterior, sin gafas y a través del vaho. La primera vez que permiten, que yo vea, gente de pie en el autobús.

Llegando allí

 

¿Por qué entras en esa casa, Marika, buscando tu propia perdición? ¿Por qué no olvidas, te distraes, sufren en silencio un rato la cruel agonía de la pena y el dolor, para esperar que acabe y después reclinarte sintiendo poco más que el ruido del agua y el viento en las pestañas? No eres capaz, debes correr tras la cinta morada que ata tu corazón, que lo empuja y lo aplasta, lo comprime y lo estalla. Y lo más paradójico es que esa cinta no te anuda a ti, sino a otros dos seres que de tantos años sin tocarse han vuelto el fuego en hielo, han soportado siglos de sequía, canícula, muerte, cáncer, para sólo acabar dándose cuenta de que la podredumbre, conquistadora silenciosa y fiebre imperceptible, había puesto banderas en la más alta almena de lo que ellos creyeron alguna vez que podía ser… felicidad.

 

(Homenaje a Marái)

Aquitania

 

Estaba pensando qué meter para conmemorar el día de los Difuntos (la americanización festiva del asunto, Halloween, me toca bastante los buebos, aunque como buen hipócrita por poco voy a una celebración alusiva el viernes), y creo que nada mejor que este poema de Gerard de Nerval, poeta y suicida, que a su vez versionó mi admirado Gil de Biedma, siendo fiel al espíritu mas no a la letra. La traducción del primero, aquí.


EL DESDICHADO

Je suis le Ténébreux, - le Veuf, - l'Inconsolé,
Le Prince d'Aquitaine à la Tour abolie :
Ma seule Étoile est morte, - et mon luth constellé
Porte le Soleil noir de la Mélancolie.

Dans la nuit du Tombeau, Toi qui m'as consolé,
Rends-moi le Pausilippe et la mer d'Italie,
La fleur qui plaisait tant à mon coeur désolé,
Et la treille où le Pampre à la Rose s'allie.

Suis-je Amour ou Phoebus ?... Lusignan ou Biron ?
Mon front est rouge encor du baiser de la Reine ;
J'ai rêvé dans la Grotte où nage la Sirène...

Et j'ai deux fois vainqueur traversé l'Achéron :
Modulant tour à tour sur la lyre d'Orphée
Les soupirs de la Sainte et les cris de la Fée.

 

PRÍNCIPE DE AQUITANIA, EN SU TORRE ABOLIDA

 

Una clara conciencia de lo que ha perdido,
es lo que le consuela. Se levanta
cada mañana a fallecer, discurre por estancias
en donde sórdamente duele el tiempo
que se detuvo, la herida mal cerrada.
Dura en ningún lugar este otro mundo,
y vuelve por la noche en las paradas
del sueño fatigoso... Reino suyo
dorado, cuántas veces
por él pregunta en la mitad del día,
con el temor de olvidar algo!
Las horas, largo viaje desabrido.
La historia es un instante preferido,
un tesoro en imágenes, que él guarda
para su necesaria consulta con la muerte.
Y el final de la historia es esta pausa.

 

Historias del 631: Hoy no hay mucho que contar, porque a los diez minutos de viaje he sentido un pequeño mareo y he preferido dejar Bomarzo y dormirme. Me ha dado tiempo, no obstante, a escuchar a tres jinchas en la última fila berrear a grito pelado que Pachá es un robo –quince euros- y quejarse de que sus amigas siempre van a un bar cercano que es un antro. Al menos las invitan a copas gratis, pues el camarero le tira los trastos a saco a una amiga suya, que se llama Elena y pasa de él hasta el punto de decirle con frecuencia “tengo que dejarte, que me llama mi novio.” Ahora que lo pienso, quizá no fue tan raro que me encontrara mal.

Kitsch

Me ha llamado la atención un fragmento que dejo abajo del libro "La posibilidad de una isla"; tan lúcido y desesperanzado como el resto de las aproximadamente cien páginas que llevo leídas. En cierto modo, es el reverso tenebroso de un bonito pasaje de "La sonrisa etrusca", donde el entrañable protagonista ofrece el ejemplo de un niño como lo más cercano a la verdad absoluta. Los dos enfoques, aunque parezcan opuestos, están más cerca de ser complementarios de lo que parece, y también los dos protagonistas, Roncone y el pagliaccio sin nombre de Houellebecq. Tenía grandes expectativas en este autor, y su libro, como fuente de ideas y análisis de la pobreza de la sociedad posmoderna, no me está decepcionando en absoluto.

"En cierto modo, todo es kitsch. En conjunto, la música es kitsch, y el arte, y hasta la literatura. Casi por definición, cualquier emoción es kitsch; pero también cualquier reflexión e incluso, en cierto sentido, cualquier acción. Lo único que no es kitsch en absoluto es la nada."

PD: Visto que casi siempre escribo desde la facultad y que los viajes en bus casi siempre contienen algo interesante o al menos descriptivo sobre mi ritmo vital, que a fin de cuentas es lo que voy, de modo casi siempre lateral, plasmando aquí, a partir de hoy voy a incluir en cada post un pequeño apéndice llamado "Historias del 631", contando mi vivencia correspondiente. Hoy, vía iPod, he presenciado como el Senado lo deja todo listo y preparado para la guerra civil entre Pompeyo y César. Segundo capítulo de Roma, crece exponencialmente su interés.

 

 

 

El honorable TCDNG

El honorable TCDNG

 

En estos tiempos inciertos en que me vuelco en las series, descubierto al fin el filón de talento que hay en ellas (ver el suplemento del sábado del País), un regalo de Rosa, la proximidad de Roma y la propia inevitabilidad me han llevado a la madre de todas, que homenajeo aquí con este poema que siempre me ha perturbado. El original, en este enlace.

"A cien años de la púnica maldición
Roma será esclava de un hombre velludo,
un hombre velludo de muy poco pelo.
Todos los hombres serán mujeres, y cada mujer un hombre.
El corcel que monte tendrá dedos por cascos.
Morirá a manos de su hijo, que no es su hijo.
y no en el campo de batalla.

El otro velludo que esclavice al Estado
será hijo, no hijo, del último velludo.
Tendrá de cabellos abundante pelambre.
dará mármol a Roma en lugar de la arcilla
y la ceñirá con cadenas invisibles.
Morirá a manos de su esposa, que no es esposa,
para bien de su hijo que no es su hijo.

El tercer velludo que esclavice al Estado
será hijo no hijo de este último velludo.
Será barro mezclado con sangre,
un hombre velludo de muy poco pelo.
Dará a Roma victorias y derrotas
y morirá para bien de su hijo no hijo...
un cojín será su espada.

El cuarto velludo que esclavice al Estado
será hijo no hijo de este último velludo,
un hombre velludo de muy poco pelo.
Dará a Roma venenos y blasfemias
y morirá de una coz de su viejo caballo
que lo paseó de niño.

El quinto velludo que esclavice al Estado,
que esclavice al Estado contra su voluntad,
será el idiota a quien todos desprecian.
Tendrá de cabellos abundante pelambre,
dará a Roma agua y pan de invierno
y morirá a manos de su esposa que no es su esposa,
para bien de su hijo que no es su hijo.

El sexto velludo que esclavice al Estado
será hijo y no hijo de este último velludo.
Dará a Roma violines y miedo y fuego.
Sus manos estarán tintas en sangre paterna.

No habrá un séptimo velludo que lo suceda
y de su tumba brotará la sangre".

Preparativos de viaje

Ah, muertos, muertos, ¿qué habéis visto
en la esquinada cruel, en el terrible momento del tránsito?
Ah, ¿qué habéis visto en ese instante del encontronazo con el camión gris de la muerte?
No sé si cielos lejanísimos de desvaídas estrellas,
de lentos cometas solitarios hacia la torpe nebulosa inicial,
no sé si un infinito de nieves, donde hay un rastro de sangre,
una huella de sangre inacabable,
ni si el frenético color de una inmensa orquesta convulsa
cuando se descuajan los orbes,
ni si acaso la gran violeta que esparció por el mundo la tristeza
como un largo perfume de enero,
ay, no sé si habéis visto los ojos profundos, la faz impenetrable.

Ah, Dios mío, Dios mío, ¿qué han visto un instante esos ojos que se quedaron abiertos?

Dámaso Alonso

V-11

V-11

Llevo todo el día, con lo mismo en la cabeza, así que ahí va, la tierna canción de cuna:

Remember remember the fifth of November
Gunpowder, treason and plot.
I see no reason why gunpowder, treason
Should ever be forgot...

 

La segunda venida

Turning and turning in the widening gyre
The falcon cannot hear the falconer;
Things fall apart; the centre cannot hold;
Mere anarchy is loosed upon the world,
The blood-dimmed tide is loosed, and everywhere
The ceremony of innocence is drowned;
The best lack all conviction, while the worst
Are full of passionate intensity.

Surely some revelation is at hand;
Surely the Second Coming is at hand.
The Second Coming! Hardly are those words out
When a vast image out of Spritus Mundi
Troubles my sight: somewhere in the sands of the desert.

A shape with lion body and the head of a man,
A gaze blank and pitiless as the sun,
Is moving its slow thighs, while all about it
Reel shadows of the indignant desert birds.
The darkness drops again; but now I know
That twenty centuries of stony sleep
were vexed to nightmare by a rocking cradle,
And what rough beast, its hour come round at last,
Slouches towards Bethlehem to be born?

 

W. B. Yeats

Eating together

Una frase que leí el otro día y que se me clavó: "El hombre que come solo acaba siendo peligroso". Yo comía solo a veces cuando vivía en Francia, y la verdad, hay pocas sensaciones de aislamiento más potentes. Del aislamiento al peligro hay tres o cuatro pasos, no más...

Cuántica literaria

Cada vez estoy más convencido de que el porcentaje de realidad y ficción que hay en un libro de Vila-Matas es constante en todas sus obras, pero a la vez completamente desconocido, y colindante con fifty fifty y 80%-20%. Tuve esa sensación tan incómoda como estimulante cuando leí Doctor Pasavento (medio libro creyendo que Robert Walser era una invención del autor hasta que encontré en Google su foto –que he sabido después que era famosa, al menos en ciertos círculos – muerto sobre la nieve) y se me ha repetido con Bartleby y compañía. Querría pasarme una tarde con wikipedia para examinar uno a uno los nombres que aparecen en su excéntrica lista de autores que dejaron de escribir más o menos voluntariamente y motivos por los que lo hicieron, y aproximarme a la cifra. Por cierto, hasta hace poco no me he dado cuenta del valor de wikipedia para diferenciar lo real de lo imaginario; es una especie de bonafide de lo auténtico, siempre sin movernos del reino de lo relevante, claro. Lo he vuelto a comprobar hace poco para saber la existencia o no en los territorios de lo tangible de Frank Kalman, protagonista de una escalofriante historia inserta en esa caja de cajas de música (Noches Árticas à Nacho Vegas) que es la novela de los crímenes de Oxford. Afortunadamente para él, la respuesta salió negativa, sólo ha habido algún waterpolista llamativo que tuviera ese nombre. Mejor, mejor.

Desde la orilla de Salamis

Desde la orilla de Salamis

Quería hacer una crítica de Soldados de Salamina, que me terminé anoche. Una novela en la que entré con la indiferencia del que va a hacer la declaración de la renta, y de la que salí como una supongo que saldrá de su propia boda, emocionado y con la sensación de haber vivido algo irrepetible. Juego de fronteras, metanovela que a la vez se mueve en los bordes mismos de la forma novela, o quizá mejor, los lleva a sus propios límites, realidad y ficción mezcladas con enormes zonas translúcidas, personajes reales que viven vidas ficticias, o reales que viven su propia vida en un mundo ficticio, o ficticios inmersos en una peripecia real. Y todo eso sin hablar del tema, que en un juego de espejos, como infinitos blow-ups, comienza con una leve anécdota cotidiana que se desarrolla en historia real que a su vez crece hasta una visión lúcida y desabrida de la Guerra Civil para terminar en los terrenos de la filosofía (de la moral o de la historia). Y quizá no lo más importante, pero sí lo más inolvidable: como un despliegue tan cerebral logra un cenit emocional en el lector que lleva a leer las últimas páginas -Cita en Stockton- con el corazón un puño y un nudo en la garganta.

Decía que quería hablar del libro, pero he encontrado este artículo de Vargas Llosa donde el peruano dice lo que yo quisiera decir, y mejor, o sea que ahí va.

 

El sueño de los héroes

Por Mario Vargas Llosa. El País


MADRID.- Mi amigo Fernando Iwasaki me conminó a que leyera Soldados de Salamina , de Javier Cercas, y, como me fío de su gusto literario, le hice caso. He quedado feliz con su recomendación: el libro es magnífico, en efecto, uno de los mejores que he leído en mucho tiempo y merecería tener innumerables lectores, en esta época en que se ha puesto de moda la literatura ligera, llamada de entretenimiento, porque así aquellos comprobarían que la literatura seria, la que se atreve a encarar los grandes temas y rehúye la facilidad, no tiene nada de aburrida y, al contrario, es capaz también de encandilar a sus lectores, además de afectarlos de otras maneras.

El narrador de Soldados de Salamina insiste mucho en que lo que cuenta no es una novela sino "una historia real", y seguramente se lo cree, igual que muchos que han celebrado el libro como una rigurosa reconstrucción de un hecho fidedigno, ocurrido en las postrimerías de la Guerra Civil Española, cuyo protagonista fue Rafael Sánchez Mazas, escritor y fascista, fundador de la Falange Española, íntimo amigo de José Antonio Primo de Rivera y futuro ministro en el primer gobierno de Franco. Pero esto no es cierto; si lo fuera, el libro no valdría más que por los datos que contiene, y su existencia, su valor, como en el caso de un reportaje periodístico, dependería por completo de una realidad ajena y exterior a él, que la investigación de que da cuenta el texto habría contribuido a esclarecer. La verdad es otra: Soldados de Salamina es más importante que Rafael Sánchez Mazas y el fusilamiento del que escapó por milagro (cráter de la historia), porque en sus páginas lo literario termina prevaleciendo sobre lo histórico: la invención y la palabra manipulan la memoria de lo vivido para construir otra historia, de estirpe esencialmente literaria, es decir, ficticia.

La fantasía de un escritor no se vuelca siempre en lo anecdótico; a veces, como en este caso, se centra en la disposición de los materiales que constituyen el relato, en la manera de organizar el tiempo, el espacio, la revelación y la ocultación de los datos, las entradas y las salidas de los personajes. Aun cuando todo lo que Soldados de Salamina cuenta fuera verdad, y los protagonistas que en la historia aparecen hubieran sido en la realidad tal como allí se los describe, el libro no sería menos novelesco, fantasioso y creativo, debido a la astuta manera como está edificado, al sutil artificio de su construcción. Y también, claro, a la fuerza persuasiva de su palabra, a la eficacia de su estilo, una realidad más consistente e imperecedera que la realidad histórica que finge evocar. Aunque sean muy distintos de contenido, a mí me ha recordado un libro que leí hace siglos, The Quest for Corvo , de A. J. A. Symons, en apariencia una biografía del ininteresante novelista británico autor de Adriano VII pero, en verdad, una detectivesca descripción de las mil y una aventuras que vivió el propio Symons para escribir esa biografía. Como en aquella historia, en la de Javier Cercas la estrategia del narrador es más inusitada y fascinante que lo que aparenta narrar.

Intrusión exhibicionista

Los personajes de Soldados de Salamina y sus peripecias tienen una vida relevante por la destreza con que son evocados y comentados por el inteligente narrador, un narrador que se las arregla (a la vez que nos cuenta cómo Rafael Sánchez Mazas escapó dos veces de la muerte, primero del pelotón de fusilamiento y luego de un compasivo soldado republicano que le perdonó la vida, y cómo sobrevivió en los bosques de Cataluña gracias a la conmiseración de una familia campesina y a dos desertores) para contarnos cómo consiguió él contarnos esta historia, cómo nació la idea, qué problemas enfrentó mientras la escribía, qué ayudas tuvo, las depresiones que debió vencer, y la misteriosa manera en que la tumultuosa vida real compareció para ayudarlo a llenar los blancos e inyectarle confianza cada vez que su empresa literaria parecía hacer agua.

Siento mucho tener que afirmar que esta otra historia -la de las oscuras frustraciones, ambiciones y empeños de un joven escritor que, escribiendo estas páginas, luchaba a muerte contra la amenaza del fracaso de su vocación- es más rica y conmovedora que la del polígrafo falangista y sus desventuras en la Guerra Civil, y la que ha contagiado a esta última su vitalidad y poderío. Sin esta intrusión exhibicionista del propio narrador, relatando la desesperada apuesta que hace con este libro para resucitar una vocación que hasta ahora siente frustrada, los percances que hace sesenta años padeció Sánchez Mazas en el santuario del Collell y la comarca circundante tendrían escaso interés, no mayor que el de los miles y miles de episodios que atosigan las bibliotecas, ilustrando el caos, la crueldad, la estupidez, y a veces también la generosidad y el heroísmo -todo mezclado- que caracterizan todas las guerras. Lo que les imprime un carácter singular y apasionante es la obsesión que ellos inspiran al narrador y su voluntad de investigarlos y contarlos hasta su último resquicio, con un encarnizamiento de fanático. En verdad, lo que sin proponérselo nos cuenta Soldados de Salamina es la naturaleza de la vocación de un escritor, y cómo nace, deshaciendo y rehaciendo la realidad de lo vivido, la buena literatura.

Este libro, que se jacta tanto de no fantasear, de ceñirse a lo estrictamente comprobado, en verdad transpira literatura por todos sus poros. Los literatos ocupan en él un puesto clave, aunque no figuren en el libro como literatos, sino en forma de circunstanciales peones que, de manera casual, disparan en la mente del narrador la idea de contar esta historia, de hacerla avanzar, o la manera de cerrarla. La inicia Sánchez Ferlosio, revelándole el episodio del fusilamiento de su padre, y, cuando está detenida y a punto de naufragar, la relanza Roberto Bolaño, hablando a Javier Cercas del fabuloso Antoni Miralles, en el que aquel cree identificar, por un pálpito que todo su talento narrativo está a punto de convertir en verdad fehaciente en las últimas páginas del libro, al miliciano anónimo que perdonó la vida a Sánchez Mazas. Este dato escondido queda allí, flotando en el vacío, a ver si el lector se atreve a ir más allá de lo que fue el narrador, y decide que, efectivamente, la milagrosa coincidencia tuvo lugar y fue Miralles, combatiente de mil batallas, miliciano republicano en España, héroe anónimo de la columna Leclerc en los desiertos africanos y compañero de la Liberación en Francia, el oscuro soldadito que, en un gesto de humanidad, salvó la vida al señorito escribidor falangista convencido de que, a lo largo de la historia, siempre un pelotón de soldados "había salvado la civilización".

Pobres diablos

Javier Cercas maneja con soltura los diálogos y sabe aligerar con chispazos de humor, atribuidos casi siempre a la deliciosa malhablada que se llama Conchi, las páginas excesivamente densas del relato. Pero no incurre nunca en la pirotecnia, en el mero efectismo. Y es capaz de reflexionar sobre asuntos peligrosamente truculentos, como el heroísmo, la moral de la historia, el bien y el mal en el contexto de una guerra civil, sin caer en el estereotipo ni la sensiblería, con una transparente claridad de ideas y una refrescante limpieza moral. Por eso, aunque las historias que nos cuenta su libro deban más a la invención y a la magia verbal de que está hecha la buena literatura que a un rastreo de testimonios y datos verdaderos, Soldados de Salamina tiene sus raíces muy hundidas en una realidad histórica sin la cual esta hermosa ficción no hubiera sido posible.

La realidad que el libro saca a la luz y pone en primer plano, modelándola con formas de gran nitidez y emocionante autenticidad, es la de los pobres diablos que, a diferencia de los Rafael Sánchez Mazas de que está plagada la historia, no glorifican la guerra ni la proponen como panacea de las miserias sociales, ni creen que la verdad de la filosofía está en la boca de un fusil o en el ejercicio del terror, sino que padecen en carne propia estos apocalipsis que otros, más cultos, más inteligentes y más poderosos que ellos, conciben, planifican y desatan, para materializar un sueño que, a la postre, resulta siempre un sueño infernal.

El gran personaje del libro de Cercas, el más novelesco y el más logrado, no es el inteligente y culto Sánchez Mazas: es el pobre Miralles, guerrero de las buenas causas por pura casualidad, héroe sin quererlo ni saberlo, que, desfigurado por una mina después de pasarse media vida batallando, sobrevive como un discreto, invisible desgraciado, sin parientes, sin amigos, recluido en una residencia de ancianos de mala muerte a donde va a sacudirlo de su inercia y su aburrida espera del fin un novelista empeñado en ver épicas grandezas, gestos caballerescos -pura literatura- donde el viejo guerrero sólo recuerda rutina, hambre, inseguridad y la imbécil vecindad de la muerte.

Luego de entrevistar a Miralles, en Dijon, el narrador regresa a Barcelona y en el tren se siente primero eufórico porque esa entrevista le permitirá terminar su libro. Luego, recordando lo que acaba de oír y de ver, fantasea y llora, condolido hasta los huesos por la maldad, la estupidez y el absurdo que delata, en la vida de los humanos, la vida del pobre Miralles. Esta escena peligrosísima, donde el libro se acerca a las orillas mismas de la sensiblería, es en verdad el gran triunfo de Soldados de Salamina : una conclusión a la que da fuerza y legitimidad todo lo que hasta ahora el libro ha contado.

Quienes creían que la llamada literatura comprometida había muerto deben leerlo para saber qué viva está, qué original y enriquecedora es en manos de un novelista como Javier Cercas.

 

Meme 139

 Me envía Galder un meme literario, así que respondo al instante. Se trata de escribir el segundo párrafo de la página 139 del libro que estoy leyendo. El ejemplar en cuestión lo comencé esta mañana y es "El libro negro", de Orhan Pamuk. Hasta ahora muy recomendable. Cedo el testigo a Lola, Palimp y el Melocotón, a ver si lo animo a reactivar su blog.

 

"No pudo encontrar a Celâl en su despacho. La mesa estaba recogida, los ceniceros vacíos y no estaba su taza de té. Galip se instaló en el sillón morado en que se sentaba cada vez que entraba en aquella habitación y comenzó a esperar. Sentía la absoluta convicción de que poco después oiría las carcajadas de Celâl en una de las salas del interior.

Caballeros de fortuna

Caballeros de fortuna

Hace tiempo leí una reflexión de Ortega y Gasset sobre la popularidad del Don Juan de Zorrilla con respecto a sus homónimos de Tirso, Zamora, Molière o Byron. Decía el ilustre filósofo que el motivo por el que, desde 1844, la gente seguía yendo año tras año a celebrar el día de Todos los Santos con el burlador, doña Inés, el Comendador, Ciutti y demás ralea era que esta versión del mito acababa bien. Que el pecador acababa arrepintiéndose, Doña Inés alcanzaba un status superior como redentora, y la soberbia e inhumanidad de Don Gonzalo era vencida. Triunfa el amor, en suma, y la gente se va sonriendo; muy diferente de las versiones clásicas, en que Don Juan se hunde en el infierno.

 

Se me ha venido esto a la cabeza cuando he terminado esta mañana la novela “Caballeros de fortuna” de Luis Landero. Como obra literaria, es una obra de enorme calidad, donde se plasma el impresionante mundo literario de mi paisano en un estilo muy cuidado, trufado de hallazgos, ameno hasta lo adictivo y dominador de todos los resortes de la emoción, de la trascendencia al humor y de la tristeza a la circunspección. Un libro muy recomendable de uno de nuestros mejores escritores, injustamente poco conocido.

 

Sin embargo, a pesar de haber disfrutado enormemente durante mientras recorría Madrid enganchado a estas páginas, es muy dudoso que vuelva a ellas alguna vez en mi vida, siquiera sea por echarle un vistazo. Y el motivo, precisamente, ha sido el final. A diferencia de muchos escritores, que manifiestan preferencia por los finales abiertos (de los que yo abomino, excepto en contadas ocasiones), Luis Landero decide finalizar la trama de estos cinco caballeros de fortuna con un desenlace claro y y bien definido, para el cual crea una estupenda expectación a lo largo de un buen número de páginas, y en el cual confluyen otros tantos destinos. No puede decirse que, de acuerdo con la lógica interna de la novela, el final sea pobre, inconsecuente, ni insulso; reúne en sí toda el aura tragicómica –en su sentido más literal- que exuda la obra, y y es perfectamente coherente con lo que sabemos de los personajes.

 

Mi problema con esta conclusión no es, pues, de índole literaria, sino emocional. Estos cinco caballeros están descritos con tanta precisión y humanidad, son tan de carne y hueso y el lector los hace tan suyos, que cuando nos acercamos al final de la historia uno tiene perfectamente sus preferencias. Como en la vida real, cuando de acuerdo con la información de la que disponemos, elegimos nuestras filias y fobias, amigos y enemigos, amores y odios. Y la historia acaba como yo no querría que acabase, hay quien merecía más y quien merecía menos, y al final la demiurgia del escritor ha sido tan injusta con mis elegidos que me ha quitado las ganas de volver a acercarme al libro.

 

Y si alguien replica: “pues hay finales como el de Cyrano, que bien triste que es y no te hartas de la película ni de la obra de teatro”, tengo una respuesta bien clara a eso. La muerte del caballero de Bergerac es dolorosa, desde luego, y uno muere un poquito cada vez que la cámara se aleja del cuerpo caído y de sus amigos a través de la enramada. Pero si uno lo piensa bien, es el único final posible que cuadra con el tono, a la vez heroico y patético, de la obra y el personaje. En el libro de Landero no es así; el desenlace es contingente, e igual podría ser este que otro que a mí –y supongo que a muchos más lectores- me resultara mucho más placentero. Y eso es lo que me rebela, qué le vamos a hacer.

 

Una última cosa a la que ya he aludido en el blog alguna vez. En la contraportada (la portada de mi edición es la foto que acompaña al post), aparece una breve sinopsis del argumento, donde se alude a cosas que no se cuentan hasta bien transcurrida más de la mitad de la novela. Para coger a quien lo ha hecho y matarlo.