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El musolari errante

Tattoo

Tatuaje, qué increíble canción.  Es imposible recordar dónde la escuché por primera vez, dijérase que es una de esas melodías que te acompañan casi desde que naces, las escuchas inconscientemente siendo pequeñín y luego te resultan familiares toda tu vida. Sin embargo, no relacionaba aquella vieja canción con ese título tan sugerente, que creo haber visto individualizado por primera vez en el libro homónimo de Montalbán (el tatuaje alusivo del contexto rezaba “He nacido para revolucionar el infierno”). Ahí fue donde relacioné los dos conceptos. Más tarde recuerdo un día en que D. fregaba los platos después de una barbacoa y la vociferaba a grito pelado –estampa curiosa donde las haya- o cuando la vi citada por Sabina en su mítica lista de canciones que le gustaría haber escrito: lista, por cierto, que yo fantaseaba con enviarle al maestro grabada en un cd, aunque sólo fuera por la gratitud de haberme descubierto ahí temazos como “Mira que eres canalla” o “Moon over Bourbon Street.”

Curiosamente, en cambio, hasta mucho después no escuché con detenimiento la letra de la canción, en la misma versión de la inefable Piquer en la que hoy ha vuelto al iPod. Hasta entonces, yo la tenía como la historia de un marinero que se tatuaba el nombre de la tía que le gustaba, y poco más. Sin embargo, cuando me detuve a analizar, encontré una narrativa mucho más compleja de lo habitual, y por supuesto también bastante más rica. Uno se acostumbra a que más del 50% de las canciones de amor, desgarro o pasión que escucha por ahí sean una segunda persona del tío a la tía, y como ocurre con la comida de los McDonalds (parafraseo a William Friedkin) nos malacostumbramos y no apreciamos lo bueno.

 En Tatuaje intervienen las tres personas: la primera es la narradora, que se supone que es una chica que cuenta primero su historia en el pasado para desarrollar su influencia en su presente y más tarde acabar en él; la segunda es otro marinero, espectador privilegiado del drama doble, que acaba recibiendo al final un angustiado SOS que quedará sin respuesta; y la tercera, ese marinero “más rubio que la miel”, cuyo amor desaparecido crea un reflejo, no sabemos si provocado o no, en la protagonista.

 Porque el tema de la canción es, sin dudarlo, ese diagrama de flechas unidireccionales generador de desgracia amorosa múltiple, que tan bien retrata Ramiro en el contexto más amable de “Tiovivo”. Es el amor desgarrado que siente ese marinero por la desconocida que, lo más cruel, le quiso y le olvidó… el amor de la narradora, no sabemos si generado por la empatía, por la curiosa mezcla de reciedumbre y rudeza, o bien de hermosura y tristeza, del enamorado, o el beso de amante que funciona a la vez como conexión y transmisión maldita. Y aún podríamos añadir más, porque hay otro hombre que la escucha a ella, y no es extraño que la mire, sola y pasional en el tugurio portuario, con algo más que indiferencia.

 Hemos hablado del tema, pero seguramente la gran magia de la canción es el juego de paralelismos, que recuerda en cierto modo a la pirueta argumental de “Nos dieron las diez”. La narradora repite dos veces historia parecida, pero mientras que la primera podría parecer un cuento que nos entretiene, en la segunda nos va la misma vida; tan similares son los acontecimientos como diferente es el tono. El juego de espejos es continuo: su amor se enamoró del marinero –aunque luego lo olvidase-, y éste debió sentir algo por la narradora cuando la besó, aunque ella jamás volviera a saber de él. Hay aguardiente en los dos diálogos, dos copas en el primero y una en el segundo, quizá porque al lamentarse, a la mujer le importa tan poco su interlocutor como le importaba ella al primer marinero… y no descartemos que cuando la Piquer haya dejado de cantar, suene un beso de consuelo. Hay esa sensación de búsqueda en los dos, de impaciencia y nervios, desasosiego, el ser amado puede aparecer en cualquier parte… Y como remate maravilloso, los tatuajes: el corazón y el nombre de la amada en el marinero , y el que lleva la narradora, no sabemos si real o figurado, pero a fuego marcado en su corazón. La pasión pura.

 

4 comentarios

Cluje -

Y esta vez sin Quintero, Alberto.

Alberto -

Para que el homenaje sea completa falta, a mi parecer, mencionar que la letra es de Rafael de León y la música de Manuel Quiroga.

Cluje -

En la canción "Rap del Optimista", del disco "El hombre del traje gris."

http://www.youtube.com/watch?v=tk2ELxEECow

Angel -

El disco que salió hace un tiempo y al que da nombre está canción también fue un descubrimiento en su momento.
Dónde se encuentra esa "mítica" lista de Sabina?