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El musolari errante

The running man

Ese soy yo. Sin caretas, ni disfraces, ni halos que me disimulen ni hedores que me distorsionen. El que iba corriendo esta tarde, solo, cuando la neblina es tan blanda como el vientre de un dragón, no pueden contarse los grises del cielo y ni la más cercana persona podría oír tu voz. Family acariciando los oídos mientras arañaba, pájaro carpintero de viaje por el sol, las capas más vulnerables de mi corazón. Y un pensamiento de hace años, otra vez en soledad, esta vez por los campos yermos de esa Extremadura que me vio nacer y que me ha dejado marcas de pus y vacío que jamás podré borrar, ni siquiera sé si quiero borrarlas, son demasiado mías. Cuando lo que me espera es ningún sitio, o más exactamente, el punto de partida, el mismo del que salía esas tardes de verano con los Pirineos en la mente, Shangri-la próximo que a ratos fuera infierno blanco, sueños tan inasibles en el cerebro que no podía siquiera moldear en mi cabeza, pobre Miguel Ángel manco y ciego, y sólo la necesidad de seguir, seguir, seguir. Y cuanto más vencido por el cansancio, más atronadora la taquicardia o más lacerante el dolor, más satisfecho y feliz. Por, después de todo, aguantar. Y después sonreír.

 

 

4 comentarios

Lola -

Qué cabrón eres... a ver si quedamos, neng...

Alberto -

Nunca hay que olvidar que no es lo mismo correrse corriendo que corriendo correrse.

Cluje -

Las dos opciones tienen su aquel.. ;D

zuma -

Siempre he dicho que es mejor correr reflexionando no intransitivando.