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El musolari errante

Layla

Layla Como hoy no tengo tiempo, os pongo una crítica que hice en su día del mítico álbum de Clapton al que se refiere el título, y que puse en el blog de Bruto http://bruto.muzaidin.com/, que os recomiendo grandemente. Como creo que la intersección entre los lectores de ambos blogs es cero, nadie me reprochará demasiado el autoplagio.

" "Layla and other assorted love songs" es una maravilla que no puedo dejar pasar. Aunque un sentimiento de tristeza y pérdida recorre todo el disco -hasta en los temas más movidos, como Anyday)- estamos contemplando aquí como es posible la excelencia desde las antípodas del disco concepto, que tanto juego dio a partir de los 70 (y estoy pensando en maravillas, en el Sergeant Pepper’s, el The Wall, o incluso más recientemente el Operation Mindcrime de Queensrÿche).
Comenzamos flojito, con un I looked away que ya empieza a mostrar los aires nostálgicos y oscuramente naïfs que impregnan gran parte del vinilo, cortados en el momento más inesperado por las rajadas de la SG de Mano Lenta; poco después, el Blues del fondo de la campana fundamenta uno de los momentos más líricos del disco: un punteo preciso de Eric enmarca el magnífico verso “I don’t wanna lose this feeling.” Sigue quizá el momento más festivo, Keep on growing, que nos lleva de cabeza al “Nobody wants you…”, un antiguo blues de Jimmy Cox, donde hay tanta desesperanza que a veces se perciben los límites de la resignación; Eric hace suyo este clásico en uno de los momentos más magistrales del disco. Seguimos avanzando por el río calmado que es I am yours, y la poderosa y desmelenada Anyway, antes de habernos ganado la llave de la autopista. Aquí no puedo por más sino decir que estamos ante la apoteosis de la jam session: Clapton y Allman se marcan uno de los duelos más inolvidables de la historia del rock, y en nueve minutos sin parangón destrozan el concepto de single FM, la cuerdas de sus guitarras y nuestros corazones para mostrarnos de lo que son capaces, riff tras riff.
Casi sin aliento ya, nos topamos con el rock algo más calmado y estándar que es Tell the truth, antes the sentir la rabia (casi se oye el dolor en esta canción) de Why does love got to be so sad, acelerada y tensa. Y nos topamos con otra joya; yo no sé, habrá gente que habrá amado a una mujer tanto que tiemble de dolor y gente que no, pero los que hemos tenido la suerte o la desgracia de ser de los primeros nunca podremos olvidar esta canción, con un Slowhand más negro que nunca; hace poco, escuchando una versión live con Mayall, pensé que vendo mi alma al diablo por ver escuchar al Dios yonki versionando el Long distance call del gran Muddy. Y hablando de covers, hemos llegado al Little wing; no es la locura del gran Jimi; esta canción suena aquí algo postiza, incoherente, casi extraterrestre… esas guitarras sinfónicas del principio parecen encontrarse un poquito fuera de lugar entre la suciedad que las rodea.Sin embargo, y aún así, es imposible no dejarse subyugar por la invitación a pasear por las nubes con ella, sobre todo cuando ésta va acompañada de un solo tan exacto y limpio que parece matemático…
Ya estamos llegando al final del camino, y eso parece anunciar el It’s too late, demasiado tarde ya para privarnos de la magia de esta masterpiece. Y aquí está Layla. Tanto que decir… Para empezar es interesante destacar que el disco, que contiene los pelotazos inmortales que ya he descrito, se llama “Layla y otras canciones de amor”, o sea, como decir, Layla y basurilla. Y aunque por supuesto no es así, esta la obra de arte inmortal de Eric Clapton, como leí en algún sitio, está muy por encima del nivel de las demás, de hecho casi de cualquier cosa que podáis escuchar. Todo es soberbio, todo: el riff ametralladora de entrada -siete notas para la historia- Clapton más colocado que nunca escupiéndole a Patti Harrison que está como se sentiría ella si estuviera solo como nadie, que está de rodillas delante, que se apiade de él, joder, y Duane Allman haciendo incomparables filigranas a la slide, y ese piano final, tres minutos de reposo que te ayudan a calmarte y recordar que, a pesar de la brillantez, a pesar de los fuegos artificiales, lo que hay debajo de este disco se llama simplemente pena, dolor, tristeza, y sobre todo estar hecho una mierda. Hasta el punto de que después, como dice escrotolitum, Clapton se montó en el caballo que por poco lo lleva a la tumba.
Así dicho todo ya con Layla, God le pasa los bártulos a Whitlock, que canta Thorn tree in the garden, una coda que enlaza de lujo con el final de Layla y nos deja ese regusto tan particular al final de la escucha, ardiente por la admiración, melancólico por la temática.
Quiero terminar con una frase del gran Dave Marsh: “Hay unos pocos momentos en la historia del rock’n’roll en que un cantante o compositor ahonda tan profundamente en sí mismo que el efecto de escucharlos es como ser testigo de un crimen, o un suicidio. Para mí, Layla es el más impresionante de ellos.”

2 comentarios

Cluje -

Camperol, ese lo tienes que escribir tú, que eres el experto. Si te animas, te cedo el espacio de mi blog para ponerlo.

Disco cojonudo, de todos modos.

Javier -

Muy chulo el post pero...

Para cuando ese post hablando del Operation Mindicrime? ;-))